Lo estamos haciendo, estamos viviendo despreocupadamente -lo cual no es sinónimo de vivir con alegría- y ya estamos cayendo en la cuenta de las consecuencias que conlleva la vida del hombre sin valores.
Estos son algunos de los valores perdidos |
Desde
1989 aproximadamente, fecha en que cae el muro de Berlín y se desvanece la
utopía comunista, estamos viviendo en todo el mundo una época (llamada
posmoderna por los analista sociales) que consiste -entre otros rasgos- en el
ocaso de la ética y su reemplazo por la estética, el paso de Prometeo a
Narciso: disfrutar de la vida, la privacidad, del presente, del carpe
diem, abandonando la cultura del esfuerzo, de la renuncia, del cumplimiento
de la vocación. Es una ética provisional y contextualizada en cada momento y
lugar sin compromisos para siempre, cuando mucho sólo contratos temporales.
Y así han
pasado ya muchos años y nos duelen seriamente los efectos que padecemos.
El hombre
y la mujer sólo crecen y ganan valor cuando se ponen en la búsqueda de la
verdad, del bien y de la belleza. Así se van haciendo personas y llegan a
sentir dentro de sí su proyección de infinitud. Eso es en lo que consiste vivir
humanamente. Y sólo así es posible encontrar la felicidad, que es el fin único
al que estamos llamados cada uno de nosotros y que sólo es posible obtener
cuando la persona es fiel a sí mismo y a su propia
vocación.
Una
crisis de identidad personal como la que está sufriendo la humanidad en estos
últimos años nunca le había sucedido con anterioridad. La más parecida, por el
vacío espiritual e institucional, fue la del pueblo romano cuando se pasa de la
República al Imperio, pero -siendo tan grave como para dar origen al fin de
Roma- no es como la que estamos malviviendo nosotros: se reivindica el
sentimiento, un pensamiento catalogado como light, un abanico de valores
para escoger, a la carta. Se retoma el valor de la vida cotidiana: cuerpo,
deportes, música, sexo, arte, naturaleza, sociedad. Se vive sobre un trasfondo
nihilista y una búsqueda inútil de significado.
Cuando en
España se vivía una crisis de valores se iba a buscar aquellos en los militares
que los mantenían a capa y espada y eran considerados custodios de las esencias
del pueblo español. Hoy ya no nos valen porque hasta hemos desechado a los
militares como ciudadanos en que fijarnos.
Propongo
una alternativa. Si no encontráramos ninguna no podríamos encontrar los valores
que precisamos para vivir como personas y como pueblo.
En plena competición |
Marchando
tantas cosas mal como marchan en España hay una excepción gloriosa: nuestros
deportistas. Nunca como ahora habíamos cosechado tantos éxitos deportivos de
primer rango internacional como los de Rafa Nadal (probablemente el más grande
deportista español de la Historia), la selección de fútbol, la selección de
baloncesto, el automovilismo, motorismo, natación, golf...
A todos
estos deportistas sí estarían dispuestos los españoles a seguir para poder ser
los primeros como ellos. Vayamos a nuestros deportistas a encontrar los valores
que precisamos, que la sociedad ha perdido y que ellos mantienen ¿Cuáles son
los valores que conforman el armazón del deporte y de la vida deportiva?
Hay
valores personales que el deporte tiene, pero voy a señalar sólo los
valores sociales, aquellos con los que sin duda rearmaríamos nuestra sociedad.
Son éstos: respeto, cooperación, relación social, amistad, competitividad,
trabajo en equipo, participación de todos, expresión de sentimientos,
convivencia, lucha por la igualdad, responsabilidad social, justicia,
preocupación por los demás, compañerismo.
Si los
hemos encontrado y nos gustan, divulguémoslos, compartámoslos y pongámoslos en
práctica en nuestro vivir de cada día.
(E.L/15.12.2013
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