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Hangar en el Aeropuerto de Lampedusa
con los féretros de tantos inmigrantes muertos en la mar |
En una intervención (de entre veinte
personalidades elegidas) para conmemorar el vigésimo aniversario del canal
televisivo HISTORIA ESPAÑA, Antonio Garrigues manifiesta entre otras cosas las
siguientes: la idea de internacionalizarse se nos aplica a todos y el tema
esencial de la humanidad hoy es el de las migraciones. Todos los procesos de
emigración han sido siempre positivos a lo largo de la historia y España
(aunque lo olvide) sabe lo fructífero que fue para ella, para los españoles,
toda aquella época en que hubo de emigrar para mejorar la posición económica de
sus gentes. Si los países de Europa tuvieran una política común en materia de
refugiados la situación mejoraría sobremanera.
Lo olvidamos, miramos para otro lado o nos desentendemos del
asunto. Sin embargo, en las migraciones sus protagonistas son seres humanos obligados
a ellas por la pobreza, indigencia, la guerra, en una palabra por la falta de
esperanza. Y –sin embargo- se habla como si se tratara de mercancías o de
animales. Se habla sin la menor reflexión: unos con buenismo, esa apariencia de
bondad en la sociedad amoral que vivimos; otros sin ocultar su auténtica atroz xenofobia
y hasta aporofobia contra los migrantes del África subsahariana que huyen de la
guerra o del hambre. O de Venezuela o de América Central.
Como nos recuerda a menudo la Agencia de las Naciones Unidas
para los refugiados (ACNUR) el número de desplazados y refugiados en el mundo
ha alcanzado un record de 60 millones de personas. Hay que retroceder hasta la
Segunda Guerra Mundial para encontrar cifras semejantes. De todas estas
personas, la inmensa mayoría se encuentran, bien desplazados dentro de su
propio país, bien refugiados en un país vecino. El mundo en desarrollo en Asia
y el más pobre en África son las principales regiones tanto de salida como de
acogida de refugiados, y sólo una pequeña minoría llega a los países más
desarrollados o a la UE en particular.
Y aún dicen que no son refugiados, que vienen a quedarse con
lo que es nuestro ¿es mala fe o es que se desconoce la guerra en el centro y en
el cuerno de África, en Oriente Medio, la situación, muy por debajo de lo
humano, también, de Venezuela o de Nicaragua, Honduras o El Salvador?¿No somos
conscientes de la situación de Siria, de Yemen, de Sudán, de la República
democrática del Congo, de Etiopía o de Eritrea, de Somalia, de la República
Centroafricana?
En ocasiones parece que hay quien cree que vienen en patera
hacia Europa, dispuestos a morir en el Mediterráneo, porque les gusta, porque
es la zona de confort elegida entre diversas opciones. Y, en cambio, nadie se
conmueve, ni grita a los cuatro vientos que desde Lampedusa al Acquarius se han
producido 16.000 muertos más y han aparecido un puñado no pequeño de bulos
migratorios como los siguientes:
1. ¿El cierre de los
puertos italianos a las ONG puede determinar el cierre de sus misiones de
rescate?
Sí,
ciertamente. El resto de puertos españoles o franceses están muy alejados de la
zona de búsqueda y rescate. Sin puertos en Italia o Malta estas operaciones
acabarán por desmantelarse. La persecución legal a estas organizaciones da sus
frutos: de catorce barcos que había hace dos años en la zona de búsqueda, hoy
quedan sólo cuatro.
2. ¿Es Valencia una
posible base permanente de las ONG?
No.
De ninguna manera, no es más que una solución provisional. Ni Valencia, ni
Marsella, ni Barcelona sirven como base permanente porque están demasiado lejos
de la zona de búsqueda y rescate. Si tienen que perder cinco días de ida y
cinco de vuelta hasta ese puerto, pasarían menos tiempo rescatando, lo que
significaría más muertos en el mar.
3. ¿Existe el riesgo de
que las ONG se coordinen con las mafias de tráfico de personas?
Falso. No es
posible ya que los rescates en el mar se coordinan desde el Centro de Rescates
de Roma, dependiente del Ejecutivo italiano. Y este es el que decide dónde se
dirige cada barco a partir de las alertas de las embarcaciones en peligro.
4. ¿Entran los barcos en
aguas territoriales libias para rescatar?
Falso. Según
Ugarte, experto en migraciones de Médicos sin fronteras “Ni somos taxis de
nadie ni entramos en aguas que no debemos entrar. El Centro de Rescates de Roma
contacta con nosotros para mandarnos a las zonas en las que tenemos que
rescatar a embarcaciones con problemas; también nos coordina para llevar a
puerto a gentes transferidas de otros barcos para que algunos puedan quedarse y
no abandonen el área.”
5. ¿Puede morir más gente
por el cierre de los puertos italianos?
Verdadero.
Criminalizar e impedir el trabajo de las ONG empeorará las condiciones de
rescate. El acoso judicial al buque español Open Arms en Sicilia, en la
primavera pasada, es una muestra patente de ello. Lamentablemente, con las
mejora de las condiciones de la mar y el aumento de las salidas en pateras
pueden ahogarse muchas más personas.
6. ¿Existe el denominado
“efecto llamada”?
Falso.
Italia puso en marcha, en 2014, la operación de rescate Mare Nostrum por una
cuestión moral tras los grandes naufragios de Lampedusa. En septiembre de aquel
año Italia pidió ayuda a la UE para poder sostener aquella misión, pero los
socios europeos esgrimieron el «efecto llamada» como excusa y la operación Mare
Nostrum terminó a pesar de su éxito: 100.000 rescatados. La U.E. sustituyó
aquella operación italiana por otra militar, Tritón, con menos medios y
centrada en el desmantelamiento de las mafias con resultados cuestionables. La
consecuencia fue que el año siguiente se duplicaron los muertos porque las
pateras no dejaron de llegar a pesar de la cancelación de las operaciones de
rescate. Es impensable creer que el migrante decide cuando ponerse en camino y
de qué manera. Los movimientos migratorios están condicionados por muchos
factores: la situación del país de origen, la presencia de mafias, disponer de
rutas migratorias a mano, el país de salida al Mediterráneo y otros. El
hundimiento del estado libio y el horror que viven a su paso los emigrantes
subsaharianos resulta mucho más determinante en la salida de pateras que
cualquier política europea ¿Cómo es posible pensar en un ‘efecto llamada’
cuando los inmigrantes –cuya información es muy escasa- no pueden determinar cuándo
eligen salir?
7. ¿Puede Europa devolver
a Libia a los rescatados?
Falso.
Tal proceder violaría la Convención Europea de Derechos Humanos y buena parte
de los tratados internacionales. No es válida ni para inmigrantes económicos ni
para refugiados. No se puede llevar a nadie a un país donde vaya a sufrir un
trato inhumano –documentado en numerosas ocasiones- con torturas, venta de
esclavos, violaciones masivas a mujeres…
8. ¿Cuándo se cierra una
vía se abre otra?
Verdadero.
Si se apuesta nada más que por cerrar vías de manera fronteriza y policial, las
autopistas migratorias cambiarán. Ha sucedido así siempre: el inmigrante opta
por otras maneras de llegar a su destino, aunque sean cada vez más peligrosas.
9. La política migratoria
de Salvini ¿va en contra de las ONG?
Sí,
ya que los buques de la armada italiana sí pueden desembarcar migrantes en
puertos italianos mientras que el Gobierno Salvini impide usar Italia como base
de operaciones para las ONG. Malta hace ya mucho tiempo que se negó a seguir
colaborando.
10. ¿Tiene Bruselas
responsabilidad en esta crisis migratoria?
Verdadero.
Bruselas tiene una gran responsabilidad porque ha delegado el problema
migratorio en los países del sur sin ocuparse del problema mientras que ha
impuesto controles económicos y rescates férreos a esos mismos países. Además,
permite que esos países violen sus acuerdos migratorios con la UE, además de
las leyes del mar, la Convención de Ginebra y todos los tratados de asilo y
refugio.
Los flujos migratorios se han ido intensificando ya que la
situación de los migrantes en los lugares de origen no mejora sino –al
contrario- va recrudeciéndose de forma notoria.
¿Cuál ha sido la respuesta a esa intensificación de los
flujos migratorios? A nivel de la U.E. el mecanismo de solidaridad de las
cuotas obligatorias de refugiados que Bruselas propuso en 2016 para ayudar a
los países que sufren mayor presión migratoria –Italia, Grecia y ahora España-
ha muerto sin haber apenas vivido, ha proclamado Dimitris Avramopoulos, Comisario
de migraciones. Y ha muerto, añado yo, por la cerrazón de estados como Italia y
Hungría que han cerrado sus fronteras a los refugiados. Y a ellos se van
sumando en el resto de Europa partidos nacionalpopulistas, que aún no gobiernan
pero que puede que lo hagan pronto: el Frente Nacional en Francia; Alternativa
para Alemania o el PVV, partido por la libertad holandés; en las últimas
elecciones suecas el partido homólogo a estos ha quedado tercero; han sido muy
severas las manifestaciones y protestas xenófobas en Alemania, y en Francia se
produjo la deportación de los gitanos de 2010 a 2013 durante el mandato de
Sarkozy.
En Europa se constatan dos realidades: que la derecha radical
ha experimentado auge en los últimos años y que los estados con políticas más
radicales contra los refugiados (Italia, Hungría y Polonia) se van viendo cada
vez más apoyados por la ciudadanía.
La falta de compromiso con la sociedad de los partidos
tradicionales viene propiciando la aparición de partidos populistas –de
izquierda o de derecha- (los que más que un ideario llevan en su cartera lo que
la sociedad demanda porque es de lo que carece) Eso ocurre en Europa con los
partidos que ya he citado, en España contamos con Podemos en la izquierda y VOX
en la derecha, ocurre en Estados Unidos con el “trumpismo” y ha ocurrido en
Iberoamérica en países como Bolivia, Ecuador y Venezuela con desigual suerte, de
todos conocida. Estos movimientos son siempre nacionalistas por lo que socavan
las organizaciones supranacionales creadas con anterioridad.
En esta línea contemplo, cada vez con más dificultad, que la
U.E. pueda sostener una política seria, organizada, proporcional y justa de
acogida a migrantes y refugiados que produzca las salvaciones de náufragos que
exige una sana antropología.
Los comentarios que se van oyendo a nivel de calle son decepcionantes
por inmisericordes y hasta crueles. Por ejemplo, transcribo un comentario
publicado en FB: “A ver si empieza pronto a funcionar el ministerio de
igualdad, porque yo quiero las mismas ayudas que los extranjeros.” ¿Es posible
decir semejante “boutade” –hiriente a más no poder-, falsa como un duro de
plomo, sin ir a esconderse y no volver a aparecer más? Otra lindeza proclamada
en FB: “Hala! Están entrando a mansalva”, con una foto do fondo de una patera
abarrotada.
La creencia xenófoba de que los extranjeros reciben más
subvenciones que los españoles se desmiente con la realidad que se constata en
cifras. Sin embargo, exageraciones como “el 70 % de los beneficiarios son
inmigrantes” o “dónde están los Vázquez, los Martínez o los López” son algunas
de las afirmaciones que año tras año se repiten con la publicación de los
nombres de quienes reciben ayudas para arrendar una vivienda. Los datos reales,
tomados del diario El País de 16.03.18, son los siguientes: las ayudas
autonómicas a lo largo de 2016 y 2017 a la población extranjera fue del 40 %.
Los números varían considerablemente de unas autonomías a otras: Extremadura y
Andalucía, menos del 10 % (6,7 y 9,7, respectivamente); en Cataluña, Aragón y
Rioja se acerca al 50 % siendo el País Vasco el único lugar donde más de la mitad
de los beneficiarios por la ayuda del alquiler son extranjeros (52 %)
Además, la mitad de los extranjeros que viven en España son
comunitarios pese a que el imaginario colectivo sólo piensa en africanos y
marroquíes cuando habla de inmigrantes. Y ese imaginario colectivo cree que los
inmigrantes reciben más de lo que aportan, sobre todo en sanidad y educación,
añade Joaquín Arango, catedrático de Sociología de la UCM. Los datos nuevamente
lo desmienten: los inmigrantes consultan, por ejemplo, un 7 % menos al médico
que los españoles y tienen un gasto farmacéutico medio por persona de 73,70 €
frente a los 374,01 € por cada español, según Stop Rumores.
Pero el miedo y el populismo arrollan los datos. El lema es:
“primero nosotros, y si sobrase una vez que todos los españoles hubieran
recibido una ayuda, quizá, y sólo entonces, se le podría dar a un extranjero.”
A ese grado de insolidaridad se llega.
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En Twiter y FB |
Ante este panorama confuso e inmisericorde ¿qué podemos
hacer? El asunto del derecho de extranjería está a caballo siempre entre los
conceptos de “solidaridad” y la “ciudadanía”. La solidaridad es universal: es
un concepto positivo, constructivo. Fundamentado en la alteridad de la persona
humana, puede definirse por el aforismo “la unión hace la fuerza.” La
solidaridad es el acto de comprensión de los problemas ajenos. La solidaridad
crea redes de relaciones dentro o entre los grupos sociales constituidos. La
solidaridad, que presupone la voluntariedad y la cautela, puede crear
situaciones que desafíen los límites del establishment internacional. La
solidaridad desafía toda frontera. La solidaridad, por otro lado, exige tomar
partido, como la libertad.
La ciudadanía, en cambio, no goza de la misma reputación. Así
como fue un concepto acuñado en la independencia de Estados Unidos y en la
Revolución Francesa: conjunto de ciudadanos, de hombres libres, de sus derechos
–los derechos universales del hombre libre- en la actualidad se la utiliza, con
cierta frecuencia, como principio excluyente, para justificar ciertos fenómenos
de segregación histórica nacional. El concepto de ciudadanía refuerza la
coherencia y homogeneidad de los grupos humanos.
En cambio, la palabra solidaridad refleja un marco distinto,
en el que prima la cooperación de personas de diversos colectivos y en el que
la homogeneidad cultural interna de dichos colectivos humanos es casi
irrelevante.
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Esquema SOLIDARIDAD VS CIUDADANÍA
propuiesto por Juan A. Cebrián, María Isabel Bodega y Ana M. López-Sala
en el núm. 7 de la Revista Migraciones |
[Mientras escribo estas líneas recibo la noticia de 12 nuevas
muertes en el Mar de Alborán al naufragar una patera, de la que Salvamento
marítimo consiguió rescatar a 33 personas]
En el asunto relativo al derecho de extranjería, los estados
serán siempre soberanos, lo que no quita para que puedan llegar a acuerdos para
lograr más eficacia y ordenar mejor las migraciones. Esto no está resultando
posible ni en la Unión Europea ni en otras regiones del mundo.
Veremos en qué queda el Pacto mundial por una migración
segura, ordenada y regular firmado en Marrakech el 10 de diciembre pasado. La
cumbre de Marrakech ha contado con la participación de dos tercios de países de
la ONU pero con significativas ausencias como las de Estados Unidos, Italia,
Austria, Israel o varias naciones centroeuropeas. Frente al argumento de muchos
países de que el pacto que se va a suscribir afecta a su soberanía nacional, el
Gobierno recalca (y recalca bien) que no se trata de un tratado, sino de una
declaración de principios, y que los países que la apoyen pueden tener su
propia política migratoria en función de sus necesidades. El Ejecutivo
considera que España es uno de los países mejor preparados para afrontar el
fenómeno migratorio porque su historia hace que haya sido país de llegada,
tránsito, retorno y origen de migrantes.
Una de las características de los españoles es que olvidamos
con facilidad nuestra historia y en ella está escrito que en los años 60 del
pasado siglo (antes de ayer en la práctica) entre millón y medio y dos millones
de emigrantes españoles (datos de Alicia Alted en una monografía de 1994) se
asentaron en países europeos como Alemania, Francia, Bélgica, Reino Unido,
Suiza u Holanda. En todos los casos, urgidos por la necesidad.
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Emigrantes españoles de los años 60
hacinados en el andé de una estación de F.C. |
Como señala Gonzalo Fanjul en la revista de Política Exterior
del 12.12.2018: “Cuando la polvareda levantada por Estados Unidos y su
escuadrón antiinmigración se haya despejado, la comunidad internacional se
encontrará con que está un paso más cerca de resolver el desafío migratorio.”
Lo que se pretende en el acuerdo mundial de Marrakech es
establecer un marco multilateral de cooperación que reduzca los riesgos
asociados a la movilidad humana y multiplique sus muchas posibilidades.
El pacto despliega a través de 23 objetivos un relato
político de las migraciones como un hecho natural, inevitable y esencialmente
positivo.
El pacto es explícito en garantizar la soberanía de los
Estados sobre sus fronteras. Remarca el derecho a emigrar tal como está
reconocido en la Declaración d los Derechos Humanos, sin que nadie tenga la
obligación de admitirte.
Pero eso no equivale a decir que el pacto sea ideológicamente
inocuo o irrelevante. Quienes se oponen a él tienen razón al afirmar que se
trata de una apuesta clara por el multilateralismo y por el compromiso de los
Estados a generar bienes públicos globales través de la cooperación.
Yo me adhiero a esa apuesta e invito a la adhesión a mis
lectores.
E.L./03.01.2019