Imagen de la Trinidad |
¿Por qué no dejamos a Dios que sea
Dios? ¿No es omnipotente? Dejémosle ser. ¿No es infinito? Dejémosle ser ¿No es
el clemente y el misericordioso sin límites? Dejémosle ser.
Y es que nos empeñamos, una y otra vez,
en que Dios sea como nosotros queremos que sea.
Respetemos su inmanencia, no lo utilicemos
a capricho para justificar nuestros deseos, no usemos su nombre en vano, en banalidades,
y -menos aún- usemos su nombre para dar la apariencia de que El patrocina
nuestras maldades y ocasionalmente nuestras atrocidades.
En la tradición judeocristiana el
nombre de Dios no se toma en vano. Es un mandato expreso de Dios que se recoge
en Ex. 20,7: ‘No tomarás en falso el nombre de Yahvéh, tu Dios; porque Yahvéh
no dejará sin castigo a quien toma su nombre en falso.’ Ello podría incluir no
sólo el perjurio sino el falso testimonio y todo uso abusivo del nombre divino,
tal como lo han entendido el griego y la Vulgata, que han traducido “en vano.” Pasa
al cristianismo en Mt. 5,33 en el contexto del importantísimo sermón del monte.
Para un judío el nombre de Dios es
impronunciable. Recordemos a Leonard Cohen, que en sus escritos, cada vez que
precisaba hacer alusión a Dios, nunca escribía Dios, sino que escribía D__s.
En el cristianismo debemos reconocer
que hemos abusado grandemente del nombre de Dios. Hoy nos parece blasfema la
expresión de Godofredo de Bouillón, comandante de la primera cruzada, cuando
decía estar orgulloso de chapotear en sangre sarracena hasta por encima de las
rodillas en los atrios del tempo de Jerusalén ¿es eso compatible con el estilo
de Jesús que es a quien debemos seguir los cristianos? Por ponernos más
domésticos ¿es cristiano que un requeté (Dios, patria y rey) ejerza de tal
empuñando un fusil en combate matando a enemigos al grito de ¡Viva Cristo Rey!?
¿No nos suena también a blasfemo? ¿No es preocupante, impropia y para
defenderse de ella misma la proclama de Bolsonaro, recientemente designado
Presidente de El Brasil, cuando afirma que Dios no sólo está ‘por encima de
todos’ (obviedad que por ello es mejor ahorrarse), sino que también habría
elegido uno de los lados del espectro político y habría determinado el
resultado de las elecciones (sic)? ‘Dios ha vuelto y la nación ha vuelto. Una
nación con Dios. Dios a través de la nación’ proclamaba el ministro de Exteriores,
Ernesto Araujo, con estas expresiones que a mí (que soy creyente) me producen
espanto. Dios ni va ni vuelve, a Dios no se lo instrumentaliza, solamente se le
alaba y reverencia a cada instante, hay que respetar las cualidades de Dios,
aún siendo categorías que nos cuesta asumir por ser diferentes a las nuestras:
Dios es inmanente, lo que quiere decir que su fin está dentro de sí mismo;
nosotros somos trascendentes, nuestro fin está fuera de nosotros, los creyentes en Jesús sabemos que nuestro
fin está en el Dios de Jesús, que es un Dios Trinidad. Ello implica muchas
cosas: nadie puede conquistar tierras violentamente en nombre de Dios; nadie
puede convertir obligatoriamente a nadie a la fe en Dios; nadie debe defender a
Dios de las ofensas que crea se han cometido contra El (sic). No es posible
ofenderle aunque sí se ofende a sus criaturas –los hombres- con estas
conductas. Es muy expresivo, en su claridad, el documento sobre la Fraternidad
humana, suscrito recientemente en Abu Dhabi el 4 de brero de 2019 por el Papa
Francisco y el Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb. Dice así, al referirse a
estos temas: ‘Nosotros pedimos a todos que cese la instrumentalización de las
religiones para incitar al odio, a la violencia, al extremismo o al fanatismo
ciego y que se deje de usar el nombre de Dios para justificar actos de
homicidio, exilio, terrorismo y opresión. Lo pedimos por nuestra fe común en
Dios, que no ha creado a los hombres para que sean torturados o humillados en su
vida y durante su existencia. En efecto, Dios, el Omnipotente, no necesita ser
defendido por nadie y no desea que su nombre sea usado para aterrorizar a la
gente.’
Y una referencia al Islam. No me cabe
duda de que habiendo muerto el Profeta en el año 632, el hecho de que
invadieran las Península Ibérica los ejércitos árabes del Califato Omeya en el
a. 711 es muestra más que elocuente de que el Islam no se extendió en sus
primeros tiempos de una manera pacífica. Creo que son los musulmanes los que
más abusan del nombre de Alláh, Dios. La primera sura del Corán, ‘Dios es
grande’ (en árabe, Al·lahu-àkbar,) La usan para todo,
hasta para matar los qjue están dispuestos a matar. Aunque es bastante confusa,
creo que catorce siglos después de su origen hay que afirmar por todos que
también el Islam es una religión de paz, que los propios musulmanes deben
extirpar los reductos yihadistas violentos, sencillamente porque atentan contra
Dios. Sin embargo, como señala acertadamente el emiratí Omar Saif Ghobash en su
sugestiva obra ‘Carta a un joven musulmán’: ‘Recuerda también que hoy en día el
Islam es una religión en transición y en conflicto consigo misma……Y,
finalmente, creo que, como musulmanes, tenemos la obligación de hablar abierta
y libremente entre nosotros, y también con quienes tienen otras creencias, para
enriquecer nuestra comprensión de nosotros mismos y de los demás.’
No tomemos el nombre de Dios en vano. Ni
judíos, ni cristianos, ni musulmanes.
Como Dios mismo dijo a Moisés en el Horeb
y se relata en Ex. 3, 14 cuando aquél le pregunto por su nombre: ‘Soy el que
soy’ ¿Puede expresarse mejor la inmanencia de Dios, su cualidad radical?
E.L./16.02.2019