Las banderas de España y Cataluña ondeando en lo alto de la Generalidad |
Con esta declaración de la república
catalana de octubre de 2017 es la quinta vez que en España nos toca bailar con
semejante cáncer. Las fechas de 1640 con motivo de la “guerra del segadors”,
1873, en la Primera República; 1931, proclamación de Maciá; 1934, proclamación
de Companys y 2017, proclamación por el “parlament de Catalunya” no sólo
vulnerando el derecho español sino las leyes propias catalanas que se había
dado el propio parlament. La de 1640 fue la más grave de las cinco, ya que en
ella España perdió el Rosellón y la Cerdaña No creo que haya demasiadas
posibilidades de desafueros mayores en una comunidad política.
Este sinvivir con el nacionalismo
catalán a lo largo de la Historia de España es lo que llevó a Ortega a
proclamar:
“Es un problema perpetuo, que ha sido siempre, y seguirá
siendo mientras España subsista. Este es el caso doloroso de Cataluña; es algo
de lo que nadie es responsable; es el carácter mismo de ese pueblo; es su
terrible destino, que arrastra angustioso a lo largo de toda su historia”.
No debemos abandonar el asunto, como
Ortega, sosteniendo que “es el carácter mismo de ese pueblo” y que por ello
mismo el problema no tiene solución. Todos los problemas entre personas tienen
solución, pero hay que ponerse a ello con decisión y con la voluntad de todas
las partes de acabar con los conflictos.
Para empezar, todos deben saber de lo
que se está hablando. De otro modo, seguiremos en la ceremonia de la confusión
cuando no de la mentira, de la falsificación de la historia y de la imposición
energuménica de los deseos para hacerlos realidad por encima de todo y por
encima de todos. Llegados a este punto se acaba con el Derecho y fuera del
Derecho cualquier sociedad se convierte en la jungla. Y convertir España en la
jungla hoy es más peligroso que ha sido nunca porque hay movimientos
anti-sistema organizados para demoler todo lo bueno que la Historia ha ido
levantando a base de esfuerzo, coraje y renuncias de nuestros antepasados.
Volveré más adelante sobre este punto que, quizás, considere el riesgo más
peligroso de todos y que lo mantendremos latente mientras sigamos con el río
revuelto.
Con el problema de Cataluña estamos hablando de nacionalismo
y esa es la dificultad más grande. Decía De Gaulle:
“Patriotismo
es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero; nacionalismo, cuando el
odio por los demás es lo primero.”
De eso hay que convencer a los
nacionalistas. Ellos no se van a convencer por sí solos porque todo esto se
mueve en el terreno de los sentimientos y en el caso que nos ocupa los
sentimientos de los que hoy son secesionistas en Cataluña son sentimientos inoculados
mediante la falsedad, el engaño a lo largo de cuarenta años: desde la
desaparición del decente Tarradellas y la toma del poder del tan indecente
Jordi Pujol. El “pujolismo” que ha venido después ha consistido en la máquina
de corrupción más grande de España –incomparable con las del PSOE y PP, que no
han sido pequeñas- y también en las invectivas continuas y persistentes hasta
el hartazgo frente a un enemigo común inexistente (todos los nacionalismos se
buscan un enemigo inexistente) llamado España en el que ya se ha venido
ciscando (que es gerundio) todo el mundo con olor y sabor a patriota catalán y
sólo por la horrorosa razón de que eso ha sido lo políticamente correcto para
los que han tenido el poder en Cataluña ¡Qué unidas están siempre la ética y la
estética!
Orwel, que en 1945 publicó sus
“Anotaciones sobre el nacionalismo” lo definía como el hábito de asumir que los
seres humanos pueden ser clasificados como insectos y que grupos enteros de
personas pueden ser clasificadas como buenas o malas; además, el nacionalismo
es hábito, también, de identificarse uno mismo con una determinada nación u
otra unidad, colocándola más allá del bien y del mal.
Afirma rotundamente que hay que
distinguirlo del patriotismo. Mientras el patriotismo es la devoción a un lugar
en particular y a un particular estilo de vida, los cuales uno cree que son los
mejores del mundo pero sin la menor intención de forzarlo a los demás. El
patriotismo, además, es defensivo, tanto militar como culturalmente. En cambio,
el nacionalismo es inseparable del deseo de poder. El propósito perdurable de
todo nacionalista es el de asegurar más poder y prestigio, no para sí mismo
sino para la nación u otra unidad, a la cual ha decidido someter su propia
individualidad. El nacionalismo es hambre de poder alimentada por el
autoengaño.
George Orwell |
Caracteriza al nacionalismo con los
siguientes rasgos: 1) Obsesión: en términos generales, ningún nacionalista piensa,
habla o escribe sobre otra cosa que la superioridad de su propia unidad; 2) Inestabilidad: La intensidad con que
son sentidas no impide que las lealtades nacionalistas sean transferibles. De
particular interés es la retransferencia. Un país u otra unidad que ha sido
idolatrada por años puede repentinamente devenir odiada, y otro objeto de
afecto puede tomar su lugar casi sin un intervalo. En Europa continental los
movimientos fascistas reclutaban a sus seguidores en su mayoría de entre los
comunistas. Lo que permanece constante en el nacionalista es su estado mental:
el objeto de sus sentimientos puede cambiar, y hasta ser imaginario. 3)
Desconexión con la realidad: Las acciones son tenidas como buenas o malas, no en
atención a sus propios méritos, sino de acuerdo a quién las realiza, y
prácticamente no hay clase alguna de barbarie –tortura, la toma de rehenes,
trabajo forzado, deportaciones en masa, penas de cárcel (o ejecuciones) sin
juicio previo, falsificación, asesinato, el bombardeo de poblaciones civiles-
cuya calificación moral no cambie cuando es cometida por “nuestro” bando. En el
pensamiento nacionalista hay hechos que pueden ser a la vez ciertos y falsos,
conocidos y desconocidos. Un hecho conocido puede ser tan insoportable que
habitualmente es descartado y no se le permite entrar en procesos lógicos. Todo
nacionalista se obsesiona con alterar el pasado. Se pasa parte de su tiempo en
un mundo de fantasía en el que las cosas ocurren como deberían y transferirá
fragmentos de este mundo de fantasía a los libros de historia cada vez que
pueda. Hechos importantes son suprimidos, fechas alteradas, citas removidas de
sus contextos y manipuladas para cambiar su significado.
Pues, bien; en relación con estas
ensoñaciones en el tema catalán es necesario saber por todos que Cataluña jamás
ha sido una nación, aunque Felipe IV cometiera el error de consentirlo de
palabra cuando le vinieron tan mal dadas con motivo de los desórdenes de
campesinos y segadores en contra de la mayor presencia de fuerzas militares
durante la guerra franco-española del primer tercio del s. XVII. Los más
entendidos entre los nacionalistas quieren señalar una Cataluña independiente
en el siglo X, en tiempos del Conde de Barcelona, Borrell, II, cuyo mandato lo
cifró en las buenas relaciones con el Califato de Córdoba (al sur) y con el Rey
franco (al norte). Tras un período en que con el surgimiento de Almanzor, como
caudillo musulmán empeñado en renacer las grandezas originales del Califato,
pidió la protección militar del Rey franco, decidió renunciar después a ella
tras el saqueo de Barcelona en 985 por las tropas de Almanzor y de ese modo
–dicen- Cataluña logró su independencia. Semejante aseveración oscila entre la
falacia y la necedad: ciertamente se hizo independiente del Rey franco, pero
continuó el Condado de Barcelona como otros condados y reinos en territorio
español. Castilla en el mismo siglo X era un Condado, Fernán González fue el
Conde más significativo, y lo que después fue la Corona de Castilla se forja a
partir de un siglo después. Cataluña se integra en la Corona de Aragón en el
siglo XII y a partir de ese momento va formando la nación española con todos
los reinos cuyos símbolos estaban recogidos en el escudo de los Reyes
Católicos, siglo XV, finales al tiempo de conquistar Granada.
A mayor abundamiento, teniendo en cuenta
que la formación de la nación española se fue haciendo a base de la Reconquista
del territorio peninsular invadido por el Islam a comienzos del s. VIII, es de
notar que en la dos batallas más importantes en el asalto a Andalucía de
finales del XII y XIII –Alarcos y Las Navas-, que marcan el comienzo del fin de
la Reconquista, las crónicas cuentan la presencia significativa de los
catalanes entre los ejércitos cristianos liderados por Alfonso, VIII de
Castilla, Pedro, II de Aragón, Sancho, VII de Navarra y Alfonso, II de
Portugal.
Si España la entendemos como una de las
naciones más antiguas de Europa, constituida hace quinientos años, al final de
la Reconquista, no es fácil (salvo con intenciones muy malas) hablar de una
nación catalana cuyo territorio constituyó al comienzo la Marca Hispánica del
Imperio Carolingio, después una serie de Condados hasta la integración en la
Corona de Aragón y –por consiguiente- una parte destacada de España hasta
nuestros días.
Yo no he vivido, como es natural, las
cuatro primeras crisis de secesionismo catalán, pero sí he vivido esta última y
he contemplado muchos errores de los gobiernos centrales (y demás instituciones
del Estado) en los últimos cuarenta años. Es imprescindible conocerlos y tener
la determinación de no repetirlos en el futuro. Incluso de enmendar cuanto
antes las equivocaciones.
El primero fue de los constituyentes del
78 al distinguir entre NACIONALIDADES Y REGIONES en el art. 2 de la
constitución. De ese modo no todas las comunidades autónomas eran iguales ante
la ley y, además, se generaba confusión sobre el término NACIONALIDAD ¿Es
equivalente a nación, en cuyo caso España sería una nación de naciones? ¿No lo
es? Los padres de la constitución, empezando por Fraga, consideran que son
sinónimos nación y nacionalidad. Sin embargo, el T.C. en resoluciones
posteriores ha expresado con claridad que no, que no son sinónimos y que la
única nación de la que puede hablarse es de la nación española.
El segundo –tras las elecciones del 77–
pudo ser la restauración de la Generalitat en la figura de su presidente, Josep Tarradellas, que había sido
elegido en 1954 para el cargo por los miembros del parlamento de Cataluña
(sobrevivientes y exiliados) en la embajada del Gobierno republicano en el
exilio en México. Fue el único momento de la transición en el que se aceptó la
legalidad republicana anterior al alzamiento militar del 18 de julio. Y con
aquella decisión, Adolfo Suárez y las Cortes recién electas aceptaron que la
autonomía de Cataluña era un derecho previo a la Constitución del 78 que por
aquel entonces sólo se empezaba a redactar. Con
razón (ninguna más arguyen con verdad los separatistas) dicen hoy que la
Generalidad de Cataluña es anterior a la Constitución española.
Tarradellas, President de 1977 a 1980 con Adolfo Suárez |
Con aquello, Suarez consiguió que una
amplia mayoría de catalanes votaran la Constitución del 78 e incluso obtuvo un
rédito a corto plazo para su partido: en las primeras elecciones generales,
1979, UCD, que iba en la coalición CENTRISTAS DE CATALUÑA, obtuvo un 19 % de
los votos, quedando segunda inmediatamente después del PSC.
Tales réditos fueron efímeros, toda vez
que en las catalanas del 80 y en las legislativas del 82 Pujol sacó más de un
22 % de los votos, por encima de la suma del centro-derecha español de entonces
(AP, UCD y CDS) Y desde entonces la posición dominante del pujolismo frente a
las sucursales sucesivas de AP y luego del PP se ha ido ampliando.
Con Pujol o sin Pujol, lo que ha habido
en Cataluña desde entonces ha sido puro pujolismo, quizá con la salvedad del
mandato de Maragall. Y el pujolismo ha consistido en corrupción, nacionalismo,
separatismo hasta la proclamación de la república catalana de hace días.
Pujol (1980-2003) |
Maragall (2003-2006) |
Montilla (2006-2010) |
Mas (2010-2016) |
Puigdemont (2016-2017) |
Pero a ello no es fácil llegar con un
estado fuerte. Y debemos reconocer que no hemos sido un estado fuerte. Más bien
acomplejado.
Por un puñado de votos para gobernar,
por otro puñado de votos para sacar adelante presupuestos, los gobiernos
centrales, de izquierda, derecha o centro (ha dado lo mismo) se han ido
plegando a transferir competencias en la medida que les iba conviniendo en el
mercadeo de los votos y hay que tener bien claro que existen competencias que
son intrasmisibles a las autonomías. Así como no se puede transferir la
administración militar, tampoco puede trasmitirse la administración sanitaria o
la administración de educación. Con la de la sanidad se promueve la falta de
igualdad entre los españoles y la lucha entre administraciones en casos de
atención concreta, lo cual es inadmisible. Delegando las competencias en
educación sin control se permite la invención de la historia, el odio a España
como el enemigo inventado por el nacionalismo que se trasmite a las nuevas
generaciones de manera oral y escrita y en suma la deseducación durante décadas
de una buena parte de españoles, irrecuperables –seguramente- para la marca
España.
Por último, un apunte jurídico. Entre
las mamarrachadas que se escuchan y se leen estos días, muchas de ellas
completamente cómicas si no fuera por la tragedia que todo este conflicto
conlleva, se cuentan las siguientes: (de los independentistas) la opresión del
Estado se demuestra una vez más con la imputación de delitos al Govern y a La
mesa con penas como si se tratara de terroristas; (de catalanes
constitucionalistas que están viviendo incómodos) yo reconozco que lo han hecho
mal pero tampoco hay que pasarse.
A todo ello y con carácter general digo:
“dura lex sed lex” y el Derecho está para ser respetado, fuera de la Ley sólo
está la jungla y estos personajes (personajillos, diría, porque son para
sonrojarse) conocían muy bien en la que se metíanm, los Letrados del parlament
se fueron a la vista de las fechorías perpetradas, poco les importó; y no les
importó entrar en una dinámica delictiva contra los preceptos del Código Penal
con los tipos más graves del Ordenamiento. Celebro (y bien sabe Dios que no
deseo mal a nadie) que el Derecho se vaya aplicando. Antes se debería haber
aplicado en temas menores que éste pero que llevan a éste, la ley de banderas,
por ejemplo ¿Cuántos años hace que salen el President, los Consellers, la
sesiones del Parlament con la bandera cuatribarrada en solitario? ¿Y la bandera
de España que debe estar siempre legalmente junto a ella? Se miró para otro
lado y de aquellos polvos vinieron estos lodos.
Que se cumpla el Derecho, que se
actualice, que se adapte a las circunstancias. Sin Derecho dejamos de ser
sociedad civilizada de seres humanos.
Y decía que en todo maremágnum nacional
hoy en día hay que tener muy en cuenta la presencia de los grupos antisistema,
como Podemos, la CUP y otros, cuyo fin es la demolición de todo lo que vean
construido y en aras de ese objetivo oscilarán apoyando a unos o a otros sin
más objetivo que la destrucción de España.
Dejo esta imagen final con las tres
banderas: la de España, la de Cataluña y la de la Unión con el deseo de de una
Cataluña fuerte que continúe haciendo fuerte a España dentro de una Unión Europea,
importante actor –cada vez más- en el escenario mundial.
Todos los españoles de buena voluntad, catalanes y no catalanes, tenemos nuestra esperanza puesta en que sea así.
E.L./05.11.2017