El Valle de los Caídos |
Entre las primeras disposiciones a
tomar por el nuevo gobierno del PSOE (por urgentes, al parecer) se cuenta la
exhumación de los restos de Franco para dar ulteriormente al Valle de los
Caídos un sentido de reconciliación entre los españoles. A un lugar donde se
veneran los restos mortales de cerca de 34.000 caídos de los dos bandos de la
guerra incivil ¿no le deberíamos estar asignando ya en sí mismo el carácter de
signo de la reconciliación?
A comienzos de este mismo mes mantenía
yo en un artículo incluido en este blog, titulado, Franco, que todos los que
sacan a Franco a la vida pública deberían abstenerse de hacerlo: primero,
porque él pasó ya a la historia hace 43 años y –por tanto- carece de sentido
traer y llevar como arma política a alguien que ya no existe y además resulta
poco higiénico porque es una evidente y provocadora invitación al
guerracivilismo. Y esto sí que es grave. En segundo lugar hay en la historia de
España personajes de mucha mayor importancia que Franco a los que –como es
natural- no se los menciona para nada en la vida política de cada día: Don
Pelayo, Alfonso, VIII, Isabel de Castilla, Cisneros y más. Todos ellos, y
Franco, han pasado ya a la historia; el que se traiga y se lleve sólo al
general, al dictador, al que encarnó un régimen totalitario (así gustaba él
mismo llamarlo desde el principio) parece un sinsentido que sólo se justifica con
intenciones guerracivilistas. Preocupante, de veras.
Los españoles no se merecen, ni en
broma, cualquier inducción a la guerra incivil, provenga de quien provenga. La
guerra que padecieron nuestros antepasados de hace ochenta años (ayer mismo)
fue la experiencia más devastadora de la historia contemporánea española, sólo
comparable a la invasión francesa de 1808: produjo una gran pérdida de vidas
humanas y sufrimientos, además de perturbar el funcionamiento social y económico,
distorsionar la vida cultural y truncar el desarrollo político de España. Se
estiman en 150.000 los muertos militares durante el conflicto (+25.000
extranjeros) hubo víctimas de la represión, difíciles de cuantificar, que se
estiman hoy en una cifra parecida a la de militares muertos a lo que hay que
añadir 12.000 civiles muertos consecuencia de operaciones militares. En total,
unas 344.000 víctimas mortales, número equivalente al 1,4 % de la población. Se
destruyó, además, el 10 % de la riqueza nacional.
La verdadera historiografía es la que
hace la historia, la memoria histórica y no una ley como se pretendió en 2007
(gobierno de Rodríguez Zapatero) referida en exclusiva a la guerra civil y al
franquismo, en que sólo se ponía en tela de juicio este último. Estos
sectarismos son nuevos guerracivilismos, sin paliativos, y en consecuencia
tremendamente peligrosos.
Como señala Stanley Payne, supongo que de
reconocida calidad historiográfica para mis lectores:
“En
el verano de 1936, España era el país más conflictivo y dividido de Europa. Pero
Franco tenía poco o nada que ver con la situación, que se habría producido igualmente
aunque él no hubiera existido. La insurrección y la Guerra Civil fueron provocadas
deliberadamente por la izquierda, y habrían tenido lugar igualmente con la participación
de Franco o sin ella. En este sentido, la izquierda revolucionaria y el Partido
Socialista fueron tanto o más responsables de que surgiera el Franco político que
la derecha, aunque fuera el propio Franco el que finalmente se decidiera, para bien
o para mal, a asumir la responsabilidad.”
Siendo así las cosas, a un gobierno del
PSOE debe exigírsele una mayor prudencia y un exquisito sentido de la oportunidad.
Y máxime, cuando tiene por delante retos de auténtica envergadura política entre
los que se juega el ser o no ser de España como la conocemos hoy.
La exhumación de Franco, reitero, es muy
desacertada.
E.L./30.06.2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario