Francisco Franco (1892-1975) 1. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN |
“El corazón tiene razones que la razón
no entiende” (Blaise Pascal)
Sólo estando convencido de la autenticidad
de semejante aseveración de Pascal puede entenderse que sigamos a vueltas (que
sigan más bien a vueltas) en nuestros días con Francisco Franco, pero también
hay que ser consciente de la inutilidad de esas vueltas y preguntarse, por
tanto, para qué se dan. Y si creemos en la aseveración de Pascal debemos
también creer que es necesario dominar las emociones, los dictados del corazón,
desde la razón. Y esto que digo no va dirigido a la mayoría que opera con la
cordura de vivir la realidad sino a los que siguen a vueltas –de un signo y del
signo opuesto, que a la postre se dan la mano- con este personaje de la
Historia de España que es el General Franco.
¿Cómo es posible que pasados 43 años de
la muerte de Franco continúe este hombre estando omnipresente en aquellos
nostálgicos de su régimen, de ideología totalitaria, y de aquellos, de
ideología totalitaria también, que lo esgrimen como arma arrojadiza del
insulto, de la provocación y de las males artes contra los que no piensan y
sienten como ellos? Los primeros ensalzan los embalses, el que España llegara a
ser la novena potencia industrial del mundo, lo ensalzan como adalid de la
justicia social, proclaman que el
régimen de libertades en que vivimos tiene por causa los cuarenta años de
franquismo (sic)…..los otros denuestan una y mil veces la represión del régimen
de Franco sin decir al mismo tiempo que ellos han venido a tomar el poder –no
otra cosa les interesa- y a imponer una represión a los disidentes, a lo peor,
más rigurosa que la del régimen del General denostado.
¿Por qué se tiene a Franco en la cabeza
y no a muchos otros personajes de mayor peso probable que Franco en la historia
de España? Viriato, Don Pelayo, Recaredo, Alfonso, VIII, Isabel de Castilla,
Cisneros, Felipe, II, quizás Andrés Torrejón –alcalde de Móstoles-, Cánovas del
Castillo,…Ni Franco ni ninguno de éstos otros va a poder volver para continuar
haciendo historia, por la sencilla razón de que ya pasaron a la Historia, cada
uno en su momento. Por lo tanto, esgrimir la figura de Francisco Franco en la
política española del siglo XXI, igual que esgrimir la figura de Viriato, es un
anacronismo y, como todo anacronismo, un sinsentido y en consecuencia una
necedad.
Los que están a favor de Franco no sólo
hacen hagiografía del dictador sino que son muy favorables a muchas
circunstancias de su entorno: los signos fascistas que fascistizaron el régimen
desde el comienzo, los soldados rumanos caídos en el cerro de la radio de
Majadahonda que lucharon en el bando nacional durante nuestra guerra incivil, el
Valle de los Caídos, el nacionalcatolicismo que llega a introducir a Franco
bajo palio en nuestros templos (sic), el Opus Dei como expresión singular,
nueva, eficaz y operativa del nacionalcatolicismo, el antisemitismo omnipresente
en el discurso de Franco que imputa los males de España a la conspiración
judeomasónica y tantos otros.
Los que denigran a Franco y su régimen
llaman facha a todo lo que se mueve,
incluido el Almirante Cervera (sic) que murió en 1909, décadas antes de la
aparición de los regímenes fascistas: nacionalsocialismo alemán, fascismo
italiano y peronismo argentino. Afortunadamente, los fascismos europeos han
desaparecido a su tiempo y nada se quiere de ellos en sus países de origen.
Otra cosa es el peronismo, pero ya se sabe que en la Argentina hay dos
fantasmas, el peronismo y la inflación, que en ocasiones vuelven a aparecer
para desgracia de aquel pueblo. En España, que hubo un régimen fascistizado sí
pero no fascista, padecemos esta pesadez de unos y de otros que no hace más que
incordiar a la actividad política y social cotidiana sin que unos y otros
puedan conseguir nada más: Franco ha pasado a la Historia y es seguro que no
volverá y la guerra incivil la ganó Franco hace ochenta años y los que lo
denigran no la van a poder ganar ya. Parece que es lo que pretenden y aquella
guerra se acabó. Que nadie comience otra.
Pero lo más grave de la cuestión es que
hoy se mantenga viva la polémica sobre cuál de los bandos de la Guerra fue más
cruel y culpable, donde se asesinaba más. Y, peor, aún, que se haya visto
incrementada a raíz de la Ley de Memoria Histórica de diciembre de 2007, con el
gobierno de Rodríguez Zapatero, con una orientación política sesgada y
torticera, puramente revanchista, dirigida a culpar de los asesinatos y
crímenes exclusivamente al bando franquista ¡Qué oportunidad tan a la mano para
acabar de una vez con la división! Parece como si con la ley se pretendiera
profundizar en ella ¿tiene eso sentido 80 años después del final de la guerra
cuando ningún español de la actualidad la vivió?
Yo, que soy un hombre de la derecha
sociológica, formo parte de una estirpe franquista. Mis ancestros padecieron
bajo el terror rojo, tengo víctimas en Paracuellos, mi abuela estuvo presa en
una cheka en Madrid esperando el
temido paseo al fin evitado por el
hijo María la lavandera con sus buenos oficios ante las autoridades
republicanas de orden público. Aunque no viví el año 36 (nací catorce años
después) sí que estoy persuadido de que la operación del cruce del Estrecho del
Ejército de África comandada por Franco, coordinada por Mola “El director” dentro de una operación
más amplia en la que estaba designado Sanjurjo para hacerse cargo del mando de
todas las operaciones militares, fue deseable, deseada y necesaria como factor
de deconstrucción de la República, un régimen que no quedó más que en una
anarquía subordinada al komintern, donde
dejó de respetarse el Derecho y con él los derechos humanos más elementales. Sin
Derecho siempre se retorna a la selva.
Stanley Payne, al comienzo de la
biografía que publicó junto a Jesús Palacios dice de él que el verdadero Franco es un personaje
escurridizo y señala que uno de sus biógrafos más destacados, Paul Preston
–nada favorable al dictador-, ha observado con acierto que la literatura
antifranquista habitual ha cometido el error de no tomarse a Franco en serio
como para entenderlo.
Debe advertirse que fue un personaje
con claroscuros sorprendentes, mucho más que la mayoría de los mortales y
también más que le reducida élite de los mortales en posiciones como la suya.
En su infancia la dislocación familiar que vivió le generó mucha inseguridad
personal. Su padre, Nicolás Franco Salgado-Araujo, vivió una vida disoluta,
llena de infidelidades conyugales con juegos de naipes y juergas continuas en
el club de oficiales. Además vivía una relación muy despótica con sus hijos,
principalmente los dos pequeños (Paco y Ramón) que sufrían –junto a su madre- una
y otra vez sus ataques de ira que no cesaron hasta su traslado a Madrid. Su
preferido fue siempre Nicolás, el primogénito. Franco se refugió en su madre. Su
padre fue un liberal, simpatizante de la masonería y crítico de la Iglesia
Católica. No es de extrañar que entre los legados que heredó de su madre, se
encontrara en el joven Franco un persistente y conspicuo catolicismo, una
aversión por la promiscuidad sexual y una fobia contra el liberalismo y la
masonería.
En 1907, cuando contaba catorce años,
su padre es trasladado a Madrid y él ingresa en la Academia de Infantería de
Toledo tras no haber podido ingresar en la Escuela Naval como había pretendido
(se habían restringido los accesos a la oficialidad de la Armada por un exceso
de oficiales, entonces) Hicieron el viaje juntos padre e hijo de La Coruña a
Madrid, un viaje que a Franco le resultó muy desagradable. Nunca pudo superar
la antipatía que sentía a su padre, dice Payne. Franco se identificaba con su
madre, de la que aprendió estoicismo, moderación, autocontrol, gestos callados,
la solidaridad familiar, y el respeto tanto por el catolicismo como por los
valores tradicionales en general. Sin embargo, -prosigue Payne-, nunca emuló su
mansedumbre y su resignación, su absoluto fervor religioso, ni su capacidad
para perdonar o para trabajar con abnegación a favor de los demás, ni su
calidez humana, su generosidad o su caridad cristiana.
En las austeras condiciones del
Alcázar, donde se ubicaba la Academia, también tendría que afrontar los
problemas que le planteaba su poco imponente físico (1,64 de estatura y
extraordinaria delgadez) Sus compañeros comenzaron a llamarle Franquito, por
razón de su estatura. En Ferrol sus compañeros le habían llamado Cerillita. La realidad fue que durante
sus tres años en la Academia lo sometieron a diversas humillaciones menores
debido a su talla y a su voz aguda. Le obligaron a hacer la instrucción con un
fusil al que habían recortado quince centímetros el cañón. Por carecer de
interés en las incursiones sexuales o alcohólicas a las zonas de peor
reputación de la ciudad, se convirtió en el blanco de las crueles ceremonias de
iniciación (novatadas) de sus compañeros de estudios, contra las que reaccionó
con cierta violencia. Casi sesenta años más tarde da su versión de los hechos lamentándose
de la triste acogida que se ofrecía a
quienes veníamos llenos de ilusión a incorporarnos a la gran familia militar. Y
describía las novatadas como un duro calvario.
Nótese que cuando en 1928 se le nombra primer director de la AGM prohíbe
radicalmente las novatadas y asigna a cada cadete un mentor personal entre los
cadetes mayores.
Según cuenta uno de sus biógrafos toda
esa inseguridad que vivía por aquellos años la combatió de dos formas
relacionadas. Primero, se entregó a la vida militar cumpliendo sus tareas con
el más concienzudo sentido del deber y haciendo un culto del heroísmo, el valor
y las virtudes militares; las rígidas estructuras de la jerarquía militar y la
certidumbre de las órdenes le dieron un marco firme en el que integrarse. Por
otro lado, empezó a crearse otra identidad; el inseguro adolescente gallego se
convertiría en el duro héroe del desierto y andando el tiempo, como Caudillo,
en un salvador de España al igual que
El Cid. El objetivo que se trazó Franco en 1938, ante la seguridad de la
victoria en la guerra, pasaba por una expansión imperial y cuenta Larraz,
ministro en su primer gobierno, que un día le dijo que “él retornaría Cuba y Puerto Rico a la soberanía española” (sic)
Un asunto que conviene destacar es que
durante los años en la Academia, el círculo de cadetes en que Franco se movía
juzgó los acontecimientos de la semana
trágica de Barcelona y la derrota del Barranco del Lobo como la prueba de
que el poder político era débil e incompetente. A estas edades todos sabemos
que tales juicios se convierten en fijaciones.
2. LA CARRERA MILITAR
DE FRANCO
El 13 de julio de 1910, Franco ingresó
en el cuerpo de oficiales del ejército como alférez con el mediocre número 251
de los 312 cadetes de su promoción que llegaron a graduarse (de los 381
iniciales) A pesar de ese humilde comienzo, Franco sería el primero de su
promoción en llegar a general. Fue general de brigada a los 33 años, el general
más joven de Europa.
El 13.06.1912 ascendió a teniente,
único ascenso que obtuvo por antigüedad. Todos los demás en su carrera militar
lo fueron por méritos de guerra.
En marzo de 1915 asciende a capitán por
méritos de guerra. Las tropas regulares –integradas por bereberes rifeños casi
en su totalidad- hablaban de la baraka que
Franco poseía y estaban convencidos de que era un protegido de Allah. Todo ello
fue creando en él un cierto providencialismo que no consistía solamente en
sentirse en las manos de Dios, sino también en que él había sido elegido por la
divinidad para desempeñar una misión especial.
Durante la primavera de 1916 fue herido
en el vientre en la localidad de El Biutz, en las proximidades de Ceuta. Esas
heridas se consideraban mortales entonces y, sin embargo, sobrevivió.
En Febrero de 1917 asciende a
comandante y se le destina a Oviedo donde al cabo del tiempo se le llamaba
cariñosamente El Comandantín.
Conviene
destacar en este lugar que por estas fechas el PSOE estaba empeñado en una
campaña furibunda contra la Guerra de Marruecos, razón por la cual los
militares africanistas (y Franco entre ellos) se pusieron muy en contra del
PSOE.
En 1920 regresa a África al fundarse La
Legión, el 31.08. A él se le designa Jefe de la Primera Bandera. Pospone su
boda con tal motivo. Y en el diario que Franco redactó durante sus dos primeros
años, Diario de una bandera, subyace
una curiosa mezcla de romanticismo sentimental de historia de aventuras tipo Beau Geste y fría insensibilidad ante la
brutalidad humana. Cuando su bandera entró en servicio, a principios de 1921,
le contaría más tarde a su primo Pacón, la disciplina era insuficiente.
Escribió a Millán Astray solicitando permiso para llevar a cabo ejecuciones
sumarias si fuera necesario.
El 13.11.1922 Millán Astray es retirado
de la Legión y se designa como nuevo Jefe al Teniente Coronel Valenzuela.
Franco se ve contrariado por el nombramiento de un advenedizo ajeno al Tercio y
pide regresar a la Península.
Camino de Oviedo es homenajeado
profusamente en Madrid y nombrado gentilhombre de cámara por S.M. Alfonso,
XIII.
El 08.06.1923 asciende a teniente
coronel con efectos 31.01.1922 y se le otorga el mando de La Legión tras la
muerte de Valenzuela en combate.
El 22.10.1923 se casa con Carmen Polo
en el templo de San Juan el Real de Oviedo.
El 07.02.1925 asciende a coronel.
El 03.02.1926 asciende a general de
brigada en la misma fecha en que su hermano Ramón con el capitán Julio Ruiz de
Alda termina de cruzar el Atlántico Sur en el Plus Ultra. Regresa de África y
se le otorga el mando de la Brigada, I de la División 1ª de Madrid, formada por
dos regimientos aristocráticos: el regimiento del Rey y el regimiento de León.
El 04.01.1928 es designado director de
la AGM de Zaragoza. A parir de este momento deja de ser un oficial en campaña y
no vuelve a tener más mando de tropas en combate. El mismo dijo que este nombramiento
junto a su matrimonio y al nacimiento de su hija fueron los tres hechos que le
cambiaron la vida.
El 30.02.1930 cae la dictadura de Primo
de Rivera. A lo largo de todo este período las conspiraciones pro-republicanas
de su hermano Ramón producen en Franco gran desolación: como general y como
monárquico.
En 02.1931 se casan Ramón Serrano Súñer
y su cuñada, Zita Polo. La simbiosis de ambos fue decisiva en la construcción
del estado nacional sindicalista.
3. SUS AVATARES A LO
LARGO DE LA REPÚBLICA
El 14.04.1931 se proclama la República.
El Rey se va, Alcalá Zamora preside el Gobierno y Manuel Azaña es nombrado
Ministro de la Guerra. Las primeras medidas de Azaña dividen al Ejército: 1) se
exige por parte de todos los militares la promesa de fidelidad a la República y
2) se promulga un decreto conocido como Ley Azaña en que se ofreció el retiro
voluntario con el sueldo íntegro a todos los miembros de la oficialidad que así
lo pidieran. Un generoso y costoso intento de reducir el exceso de oficiales.
Todo ello va formando la creencia de que el Ejército está siendo perseguido por
la República.
Los arrestos de Berenguer y Mola
enfrentan a Franco con el nuevo régimen y entre los africanistas comienza a
verse a los oficiales favorecidos por la República como lacayos del comunismo y
la masonería. La hostilidad de Franco hacia la Republica va creciendo: se queda
consternado con la supresión de las ocho regiones militares históricas, que
quedan transformadas en divisiones
orgánicas al mando de un general de división que carecería de poderes
jurisdiccionales sobre los civiles. El rango de teniente general se consideró
innecesario y también se suprimió. Estas medidas arrebataban la jurisdicción
del ejército sobre el orden público y también borraban la posibilidad de que
Franco alcanzara el empleo de teniente general y el puesto de capitán general.
En 1939 revocó ambas medidas.
La quema de iglesias que tuvo lugar en
Madrid y otras ciudades la apuntó Franco, para sus memorias ulteriores, como el
suceso que definió la República. Fiel reflejo de su catolicismo fundamental y
de la asociación del ejército y la iglesia como víctimas de la persecución
republicana.
Pero lo más duro para Franco a partir
del advenimiento de la República fue la orden de 30 de junio de 1931 de cerrar
la Academia General de Zaragoza.
El 05.02.1932 es destinado a La Coruña
como comandante de la XIV Brigada de Infantería de Galicia. Sanjurjo es
sustituido por Cabanellas al frente de la Guardia Civil.
Franco se distanció cautelosamente del
intento de golpe militar de Sanjurjo del 10 de agosto del 32, habiendo estado
durante todo el año con dimes y diretes, dando a entender –sin ninguna
claridad- que se uniría. Cuando Sanjurjo estaba encarcelado en 1933 por causa
del golpe fallido pronunció aquella frase que ha quedado para el recuerdo: “Franquito es un cuquito que va lo suyito.”
En
febrero de 1933 Azaña lo destina a Baleares como comandante general.
A partir de noviembre de 1933 la
derecha entendió su éxito electoral como una oportunidad para desmontar las
reformas que había intentado poner en práctica durante los diecinueve meses
anteriores el gobierno de coalición republicano-socialista. Este período volvió
a poner a Franco en el candelero.
En marzo de 1934 es ascendido a general
de división.
A medida que avanzaba el años 34 Franco
se iba convirtiendo en el general preferido por los radicales, de la misma
manera que llegaría a ser el general preferido por la CEDA cuando el clima
político se agravase después del mes de octubre.
El 28.02.1934 muere su madre a los
sesenta y seis años, lo que le produce una inmensa pena.
A instancias de Gil Robles el ministro
radical de Gobernación, Rafael Salazar Alonso, seguía la política de socavar el
poder de los socialistas en la administración local y provocar a los sindicatos
para que emprendiesen huelgas suicidas. El Gobierno amplió sus ataques a los
más leales defensores de la República y también empezó a dirigir una ofensiva
contra los vascos y aún más contra los catalanes. La política emprendida por
los gobiernos radicales y alentada por la CEDA dividía a España. La izquierda
veía el fascismo en cualquier acción de la derecha y la derecha y muchos
oficiales del ejército, olían la revolución inspirada por el comunismo en
cualquier manifestación o huelga.
Gil Robles, el político de la derecha
con mayor visión estratégica, sabía que la izquierda le consideraba un fascista
y que estaba decidida a evitar que la CEDA llegara al poder. Por tanto,
presionó para que la coalición derechista se incorporase al gobierno,
precisamente para provocar una reacción socialista. Entraron en el gobierno
ministros de la CEDA y hubo una revolución en Asturias que fue aplastada por el
ejército. Durante la revolución de Asturias Franco tuvo en su mano el poder
civil y militar, la confianza plena del ministro Hidalgo que firmaba las
órdenes que Franco preparaba. La idea de que un soldado ejerciera tales
responsabilidades pareció natural a Franco. Le hacía remontarse a las ideas esenciales
sobre el cometido de los militares en política que le habían inculcado durante
los años de cadete en la Academia de Toledo. En conjunto, sería una experiencia
muy productiva para él y agudizaría su convicción mesiánica de que había nacido
para gobernar.
A finales de octubre de 1934 Jorge
Vigón y Valentín Galarza creían que había llegado el momento de un nuevo y
definitivo pronunciamiento militar contra la República. Mientras los
conspiradores esperaban instrucciones en casa de Sainz Rodríguez llegó la
noticia de que Franco no se adhería al golpe porque no consideraba fuera el
momento adecuado. El hecho de que otros oficiales eminentes aceptasen ahora su
punto de vista, como no había ocurrido en 1932, era una medida de cómo se había
incrementado su prestigio tras los acontecimientos de Asturias.
Gil Robles buscaba fortalecer su propia
posición política y se unió a Calvo Sotelo en las denuncias sobre la debilidad
del gobierno radical. El ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, fue una de las
víctimas propiciatorias. En consecuencia, Lerroux en persona ocupó la cartera
ministerial desde el 16 de noviembre de 1934 al 3 de abril de 1935. Concedió a
Franco la Gran Cruz del Mérito Militar y lo mantuvo en su peculiar cargo de
asesor ministerial hasta febrero de 1935. Quiso nombrarle Alto Comisario en
Marruecos pero la oposición de Alcalá Zamora evitó que lo hiciera, por lo que
le nombró comandante en jefe de las tropas españolas en Marruecos. Franco se
sintió recompensado de su acción en Asturias, consideraba que constituía el
mando militar más importante. Aunque sólo estuvo tres meses fue un período que
disfrutó inmensamente.
El 6 de mayo de 1935 la CEDA sitúa en
el Gobierno cinco ministros de sus filas (con Gil Robles como Ministro de la
Guerra) y se designa a Franco Jefe de Estado Mayor. Alcalá Zamora no quería,
pero Lerroux y Gil Robles se mantuvieron firmes amenazando con dimitir si no se
aceptaba el nombramiento. Alcalá Zamora cedió.
A pesar del posterior deterioro de sus
relaciones, a partir de 1936, Franco y Gil Robles trabajaron bien juntos. Lo
hicieron en un espíritu de cooperación y admiración mutuas. Igual que Hidalgo y
Rico Avello (Alto Comisario en Marruecos) Gil Robles reconoció su ignorancia en
asuntos militares y se alegró de dejar que Franco se ocupara de ello.
La izquierda va aglutinándose hacia un
Frente Popular a base de una revitalización de la coalición
republicano-socialista de 1931. A mediados de Septiembre se designa presidente
del gobierno a Chapaprieta y el 9 de diciembre –con un Partido Radical al borde
de la desintegración- Gil Robles fuerza la dimisión de éste en una argucia para
hacerse él con el Gobierno. Sin embargo, Alcalá Zamora no se fía de la lealtad
de Gil Robles y considera la situación de una inestabilidad tal que aconseja
convocar elecciones.
Se planteó una vez más un golpe militar
que evitara las elecciones. La operación fue valorada por los generales Fanjul,
Varela, Goded y Franco. Una vez más Franco convenció a sus camaradas de que el
ejército no estaba preparado para actuar. Se designó Presidente de un Gobierno
provisional a Portela Valladares y Gil Robles hubo de dimitir con una gran
amargura. En la despedida de Gil Robles Franco pronunció un breve discurso en
el que declaró: “Jamás el ejército se ha
sentido mejor mandado que en esta etapa.”.
Franco prosiguió como jefe de Estado
Mayor con el nuevo Ministro de la Guerra, el general Nicolás Molero. También
éste, como los anteriores, se sintió confortable con Franco en el puesto.
Las elecciones se fijaron para el 16 de
febrero de 1936 y los rumores de un golpe con la participación de Franco eran
cada día más insistentes. Portela envió al Director General de Seguridad a
entrevistarse con Franco para conocer sus planes. Franco dio garantías a éste
de que no entraba en sus planes sublevación alguna. El resultado de las
elecciones dio una victoria exigua al Frente Popular y a primeras horas del día
17, al conocerse los primeros resultados, el entusiasmo popular de las masas
sembró el pánico entre los círculos de derechas. Gil Robles y Franco, de manera
coordinada, trabajaron incansablemente para revocar la decisión de las urnas.
Su primer foco de atención fue el Presidente del Gobierno (a su vez Ministro de
Gobernación) para persuadirle de que permaneciera en el cargo para poder
asegurar que Guardia Civil y Guardias de Asalto no se opondrían a las medidas
del ejército destinadas a restaurar el orden.
A partir de la victoria del Frente
Popular en estas elecciones el poder es arbitrario, nada se ajusta a la ley el
desorden va creciendo a diario hasta llegar al alzamiento.
3. Mi criterio sobre el
hombre y el político, Franco
Franco padeció una infancia y adolescencia
que le produjo mucha inseguridad. La actitud continuada de su padre contra su
madre y contra sus hermanos(al parecer con la excepción del hermano mayor, Nicolás)
y la dislocación que ello produjo en la familia le hizo vivir atormentado a lo
largo del comienzo de su vida. Probablemente, hasta los catorce años, fecha en
que ingresa en la Academia de Infantería de Toledo tras un viaje desde La
Coruña a Madrid, acompañado por su padre, que le resultó muy desagradable. Puede
que su padre fuera la primera figura importante de su vida para convertirse en
el blanco de la implacable frialdad y desprecio que Franco mostraría hacia quienes
menospreció, porque él había experimentado la dureza y el autoritarismo
de su padre. Al parecer, poco más volvió a encontrarse con él. Un leve
encuentro se produjo entre ellos diecisiete años más tarde.
Toda esa inseguridad con que vivió se
vio acrecida por su baja estatura (no más de 164 cm), su extrema delgadez y su
voz aflautada. Algo parecido le ocurrió a Napoleón que, junto a Franco, fueron
los generales más jóvenes de la Europa moderna. Napoleón, artillero, se vio
maltratado en la Academia por sus compañeros más fuertes, igual que Franco. Se
cuenta de él que esperó con frialdad y cálculo el momento para vengarse. Ese
llegó en un día que había amanecido París nevado de una nevada copiosa y estaba
programado en la Academia un ejercicio táctico en que a él le tocaba actuar en
ofensiva. Eligió a su fuerza de manera que los defensores fueran los que le
habían maltratado y ordenó a sus hombres ocultar piedras entre las bolas de
nieve que servían de proyectiles en el ataque. Todos los maltratadores
anteriores de Napoleón fueron apedreados. En esa forma encontró el poder, un poder
exógeno a él pero que él podía controlar para dominar al adversario. Franco
actuó siempre de manera similar: cuando ocupaba una parcela de poder era
implacable en su ejercicio.
Según su biógrafo Stanley Payne, Franco
se identificaba con su madre en mucha mayor medida que el resto de sus
hermanos. Sin embargo,
Sólo
hizo suyas sus características más superficiales, no emulándola en sus virtudes
de mayor calidad humana (ver más arriba)
La cultura de Franco fue limitada.
Sus lecturas se limitaron a asuntos militares sobre hechos de guerra del siglo
XIX y a la revista Bulletin de L’ Entente
Internationale contre la Troisième Intyernationale. Esta publicación era
vehemente antibolchevique y elogiaba las conquistas del fascismo y de las
dictaduras militares contra el comunismo. Al parecer, este movimiento afianzó
en Franco una permanente obsesión por el anticomunismo. Esta cultura descansaba
siempre, desde los años de cadete en Toledo, sobre la idea férreamente inculcada
de que el ejército es el árbitro supremo del destino político de la nación.
Larraz dice que “el hombre,
aparentemente modesto, tenía de sí mismo una idea excesiva.
Lo acusaba su caligrafía, especialmente su firma y rúbrica.” Dice también que
“carecía de finura política y comportaba en su personalidad una faceta rayana
en lo ridículo: su propensión a entender y tratar cuestiones económicas.”
Fue un pragmático que utilizó en su
beneficio a personas y movimientos políticos. Siempre estuvo dispuesto a llevar
a cabo ajustes fundamentales si era absolutamente necesario. El eclecticismo
del Movimiento fue una consecuencia lógica de su heterogénea composición,
hábilmente manipulada por él. Hasta cierto punto compartía algunas ideas de
cada “familia” política de su régimen, al tiempo que rechazaba la ideología
completa de cualquiera de ellas (monárquicos, falangistas, tradicionalistas
carlistas) Por encima de todo creía en el patriotismo militar, en la seguridad
nacional y en el servicio a la patria.
No demostró tener el respeto que cada
persona merece por el mero hecho de serlo. Me impactó la primera vez
que lo leí, hace muchos años, cómo mientras mandaba la I Bandera de la Legión
un legionario protestó del rancho arrojando el plato al suelo, manchando a un
oficial. Ordenó de inmediato que fuera fusilado e hizo desfilar a toda la
unidad por delante de su cadáver. Poder ejercido de manera implacable y
búsqueda del miedo por actos ejemplarizantes en las medidas tomadas.
Con todo y las contradicciones que
existen en las fuentes historiográficas, Payne señala un testimonio de su nieto
mayor que habla de la asistencia de Franco a las honras fúnebres del Almirante
Carrero en 1973. Entonces, al parecer, lloró. Y Doña Carmen dijo entonces: “Pobre Paco, cuando era joven le vi llorar
el día que acabó la guerra; dijo que si hubiera sabido lo que iba a ocurrir,
nunca se hubiera sumado al alzamiento.” Parece chocante. Hay que hacer saber en este punto que
mientras las guerras civiles en el siglo XIX fueron luchas entre facciones opuestas con el fin de obtener objetivos
concretos, a menudo no mucho más que el cambio de un gobierno, llegado el siglo
XX se convirtieron en luchas revolucionarias que provocaron una metástasis (de
dimensión nueva y apocalíptica, dice Payne) en las que cada bando quería crear
e imponer una sociedad diferente y un nuevo orden cultural. Y así fue nuestra
guerra incivil y de ahí tanto sufrimiento no necesario.
Sus principios básicos jamás se vieron
comprometidos durante su gobierno: autoritarismo, monarquismo,
tradicionalismo religioso y cultural, una política económica desarrollista y
nacional, el bienestar social y la unidad nacional.
El impacto que supuso en él la caída de
la dictadura de Primo de Rivera en 1930 hizo que creyera de forma permanente
que cabalgaba
sobre un tigre del que nunca podría bajarse con seguridad.
Los puntos oscuros de la biografía de Franco
fueron tres. La represión al finalizar la Guerra Civil, su política
favorable al Eje durante la Segunda Guerra Mundial y la larga represión que
hubo en España durante una parte de su dictadura.
4. CONCLUSIONES
- · Hacer hagiografía de Franco, en lugar de historia, es un sinsentido. Ni del más santo debe hacerse, pero es que Francisco Franco no lo fue, fue un hombre de defectos y virtudes, de luces y de sombras, como todos los seres humanos.
- · Un sinsentido del mismo grado me parece llamar a otro franquista, de manera despectiva, porque aplica la ley. Eso vienen haciendo de manera cotidiana en nuestra España de hoy los populistas de izquierdas, los separatistas, los antisistema y la izquierda abertzale.
- · Es indiscutible su profesionalidad militar. Es junto a Napoleón uno de los generales más jóvenes de la historia de Europa.
- · Fue acertada su participación en el alzamiento. Desde febrero del 36 la propia República ignoraba la Ley y España había regresado a la selva. Fue el Frente Popular, y no Franco, el que creó unas condiciones de guerra civil haciendo un uso arbitrario del poder en 1936, y que el regreso a la democracia abierta entre abril de 1931 y febrero de 1936 resulta impensable, tal y como algunos izquierdistas relevantes, como Gerald Brenan, han admitido a regañadientes.
- · No así tanto el mantenimiento de un régimen totalitario (como él mismo lo llamaba) hasta su muerte. Muy vinculado a sus veleidades mesiánicas, más allá de providencialistas. Habría tenido otras opciones, entre ellas, la reinstauración de una monarquía parlamentaria –que indefectiblemente hubiera tutelado- aprovechando su monarquismo. En tal caso las ayudas que hubiera tenido España de los vencedores de la Guerra Mundial hubieran sido mucho más grandes.
- · De su régimen y de su duración dijo Marías con acierto que la mayoría de los españoles “esperaban con calma y sin prisa” la evolución del régimen de Franco, comprendiendo que no podrían haber esperado nada mucho mejor si el otro bando hubiera ganado.
- · Diez años después de la muerte de Franco, en una de las principales publicaciones norteamericanas se publicó un artículo que sentenciaba: “Lo que en realidad consiguió fue la protomodernización de España (…) Franco dejó España con unas instituciones dirigidas por una élite tecnocrática y una moderna clase dirigente que hicieron posible que el que fuera en tiempos de su guerra civil un país agrícola y pobre consiguiese unos recursos productivos necesarios y unos niveles de vida cercanos a los de sus vecinos del sur de Europa ¿Puede ser esto lo que la Guerra Civil dilucidó?” La respuesta es “no”, pero el planteamiento general es aceptable.
- · Franco consiguió un notable incremento de la cooperación y la solidaridad social entre los españoles.
- · Tras la desaparición de Franco llegó la llamada Transición. Nunca antes los mecanismos institucionalizados de un sistema autoritario se habían utilizado pacífica pero sistemáticamente para transformar todo un sistema desde dentro. Lástima que no se extendiera a los regímenes comunistas y poscomunistas más importantes.
Pues bien. Hasta aquí he escrito unas
líneas para trazar algunas características, actos y resultados en los
diferentes plazos de su desarrollo vital. Como cada cual, es criticable. El, en
su ensimismamiento mesiánico sólo se sometió al juicio de “Dios y de la
Historia” y lo consiguió. Murió en la cama de un hospital y no como les hubiera
gustado a sus enemigos más acérrimos.
Ya lo está juzgando la Historia con sus
instrumentos científicos más adecuados. La historiografía ha permitido ajustar
datos de su régimen que resultaban arcanos. Y así seguirá.
A nosotros nos queda vivir a Franco a
la luz de la razón: Franco ha pasado ya a la historia; no forma parte de la
realidad que nos circunda y que es la única que tenemos que mejorar a diario.
En los momentos de crisis sociales –la nuestra es clamorosa como ya he escrito
en otras ocasiones- es cuando emergen los salvapatrias
como si fueran setas en un otoño llovido. Hay salvapatrias de los dos signos: unos idolatran a Franco y los otros
lo prostituyen. Que los sensatos les hagamos ver que el discurso es absurdo,
que Franco ya se fue, que llevamos cuarenta años en un sistema político de
libertades como nunca hubo en España (a disgusto de Franco y del Frente Popular)
y que semejantes diatribas absurdas y envenenadas no hacen más que envilecer el
panorama político y social de España cuando la obligación de todos nosotros es
mejorarlo cada día.
Por el bien de todos, por el bien de
España….dejemos a Franco en paz igual que a Don Pelayo, a Cisneros o a Alfonso
VIII de Castilla.
Ojalá estas líneas contribuyan mínimamente
a lograrlo.
E.L./07.06.2018
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