Albert Einstein |
La cita del título de este escrito, proclamada por Alberto
Einstein, es una realidad palmaria. Malas personas existirán siempre y harán
maldades reiteradamente; sólo corremos peligro por permitirles su maldad.
En diciembre 2013 publiqué un artículo
que se llamaba “No podemos seguir viviendo sin valores” Pues al día de hoy
seguimos viviendo sin valores. Coincido con Jaime Mayor en que la crisis que
vivimos no es de naturaleza política ni es económica: es una crisis total de la
persona que abandonó sus valores en 1989 y no los sustituyó y que vive al
margen de la ética, en su propio interés y con una desvergüenza creciente
porque todo está permitido, nadie se atreve a exigir decencia al de al lado y
viceversa, no se exige el cumplimiento de la ley.
Y ahora me pregunto con rabia y con
determinación ¿qué es una persona sin valores humanos y que vive al margen de
la ética? No es más que gente. Decía Diógenes en el s. IV a C. “Mucha gente,
pocas personas” Como se ve, la humanidad (la inhumanidad más bien) ha
progresado poco cultural y espiritualmente en veinticinco siglos por más que el
desarrollo material, de confort y bienestar, haya experimentado unas cotas
grandes (para la parte del mundo –la menor- que podemos disfrutar de ellas)
Y tras este prenotando, que consideraba
obligado, voy a hacer unas reflexiones sobre la situación de España.
Desde la creación del nuevo estado, el
estado social y democrático de derecho creado por la Constitución de 1978,
hemos vivido cuarenta años largos de paz, estabilidad y progreso como no se
habían vivido antes en nuestra historia. Y no era perfecta la Constitución, no
eran perfectos los padres que la engendraron, pero se arrancó de unos
presupuestos de ilusión, de decisión, de verdad, de autenticidad con un
objetivo claro: crear un estado nuevo que sustituyera al del viejo régimen con
la voluntad que señala el Preámbulo: 1) garantizar la convivencia democrática
dentro de la Constitución y las leyes; 2) consolidar un Estado de derecho que
asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular; 3) proteger
a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos
humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones; 4) promover el
progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad
de vida; 5) establecer una sociedad democrática avanzada; 6) colaborar en el
fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre
todos los pueblos de la tierra.
Y me pregunto ¿se ocupa alguien desde
hace ya décadas en que estos objetivos que comenzaron a cumplirse se mantengan
vivos? La respuesta es rotunda: NO, LOS QUE SE DEBERÍAN OCUPAR NO SE OCUPAN. y
lo que se va dejando termina corrompiéndose.
Reproduciré algunos párrafos de mi
artículo “Me duele España” publicado en este mismo blog en 5 de marzo de 2017:
‘Voy a repasar episodios varios de la vida
pública y privada y analizar en ellos la presencia de bondad, de verdad y de
belleza. Son todos los que están pero no están todos los que son.
¿Es belleza la contemplación de lo que estamos viendo a diario en la vida
pública? Una diputada que entra en el hemiciclo con su hijo lactante para
amamantarlo desde su escaño y demostrar así que está contra el sistema. Otro
diputado con una “cola de caballo” que casi le llega a la cintura, que viste
ajeno también al protocolo exigido en el Congreso, ante el Rey en Palacio, ante
los demás. Otra diputada que en plena sesión se huele la axila ¿para comprobar
si había usado el desodorante en los últimos tiempos? Un diputado que desde la
tribuna habla del Rey de España como el Borbón.’
Hablando en la investidura, Anna Gabriel. En sesión ulterior hizo una comprobación del olor de su axila. "Cosas veredes, Mio Cid" |
Joan Tardá se ha referido al Rey como El Borbón |
‘Se hace con imposiciones a la mayoría,
sin educación, sin modales. Y todo esto lo están permitiendo las autoridades
que nos representan sin inmutarse, como si nada anormal, zafio, prohibido
estuviera ocurriendo. Unos dirigentes a los que se llama líderes, que carecen
de capacidad de liderazgo, cuyo único objetivo es mantenerse en el poder y, como
no tienen condiciones de líder, no saben qué hacer, no quieren molestar a
nadie, no les importa dejarse molestar (sí, carecen de dignidad) no negocian
sino que hacen componendas, en la mayoría de los casos, de compraventa de
votos, de trapicheo de puestos en las instituciones, de te tapo hoy yo a ti
para que el día de mañana me tapes tú a mí, mis vergüenzas e indignidades,
naturalmente. Respecto a todos aquellos que quieren acabar con nuestro sistema,
el sistema o se defiende o acabarán con él ¿y después? Mirando hacia otro lado,
como hacen las autoridades que nos representan sólo conseguirán que de verdad
lleven a cabo la demolición del sistema ¿y entonces qué pasará? Las
demoliciones son rápidas; algunas casi instantáneas, las voladuras controladas,
pero las reconstrucciones conllevan mucho tiempo y mucho esfuerzo.’
En estos momentos, dentro de la
estructura del estado sólo son confiables para mí la persona de S.M. el Rey, la
sala II del Tribunal Supremo y los cuatro fiscales de Sala, el magistrado instructor
y una buena parte del sistema judicial en su conjunto, no todo él. Hemos visto
con vergüenza (y más los que tenemos un mínimo de sensibilidad jurídica) cómo
se ha plegado la Abogacía del Estado al mandato del gobierno rebajando, de
manera infame, la calificación en su escrito de acusación en el juicio sobre el
‘procés’.
‘¿Es la verdad y la lucha indeclinable
por ella la negación por sistema hasta la saciedad del escándalo de los Ere’s
de Andalucía, de la operación Gurtel en Madrid y en Valencia?’
‘¿Es seguir el camino del bien
proclamar por parte de directivos nacionales del PP (podría ser de cualquier
otro partido, que es lo peor) que es decisivo en su programa acabar con la
corrupción en España al tiempo que la policía entra en el edificio de Génova
–en la sede territorial de Madrid- buscando pruebas del pago de las obras de
remodelación del edificio en dinero negro? En este caso se desprecia la verdad
al mismo tiempo que se desprecia el bien. La corrupción en todos los órdenes
(público y privado) se ha generalizado con tanta naturalidad que hemos llegado
a perder la conciencia del ilícito ético de la apropiación indebida, de la
prevaricación, de la estafa, del blanqueo de capitales, del alzamiento de
bienes y no digamos de la evasión fiscal. Cuando yo terminé la Licenciatura en
ADE al comienzo de los años 70, salíamos convencidos de que el buen directivo
hacía empresa y no negocio, no pretendía maximizar el beneficio contable sino
el beneficio empresarial total, era como el buen comandante de un buque que es
el último en abandonarlo en caso de tragedia, y sólo se lanzaba a la mar una
vez que se habían puesto a salvo el pasaje y la tripulación. Y esto nos
generaba ilusión por ejercer de directivos y desarrollar proyectos
empresariales de éxito. Hoy hay un ambiente generalizado que cree que el que no
se lo lleva p’a su casa es tonto. Pero no solo lo cree el que se lo lleva sino
toda lo sociedad que se vació de valores en 1989 y no los ha sustituido.’
‘¿Es buscar el bien mirar hacia otro lado ante
incumplimientos evidentes de la Constitución o las Leyes? ¿Cuánto tiempo hace
que en Cataluña o en Euskadi cuando se exhibe una bandera regional no se hace
junto a la bandera de España como es preceptivo? Se deja y se deja, se permite
y se permite y de aquellos `polvos vinieron estos lodos que es lo que ocurre
siempre ¿Y la persecución que se hace de la lengua española en Cataluña aun
siendo la lengua más hablada en el territorio? No se permite escolarizar a los
niños en su lengua materna con todo lo que eso supone contra el desarrollo
psicocognitivo del niño.’ Si en estos momentos los votos independentistas en
Cataluña son del orden de48 % podemos estar ciertos de que en veinte años más
el independentismo, dejado a su albur, habrá crecido en veinte puntos. Cataluña
habrá dejado de ser España porque lo hemos consentido. Y eso es una aberración carente
de todo sentido histórico, político y humano. Sobre Cataluña publiqué en el blog
en noviembre de 2017 un artículo titulado “Pensamientos, sensaciones, convicciones sobre lo que estamos viviendo en
Cataluña”. A él me remito para quien me quiera seguir.
Continúo: ‘¿Se sigue la senda del bien
cuando se topa uno con cerca de cincuenta directivos de Cajamadrid que
disponían de fondos ilimitados mediante el uso (el abuso) de unas llamadas
“tarjetas black” porque eran ocultas a todo? ¿No sabía el Presidente Terceiro, que
fue quien –al parecer- las introdujo, y los siguientes, que la tesorería es un
recurso escaso? Lo supieran o no, aquí se empleaba como el petróleo en
Venezuela: eterno e ilimitado.’
‘¿Siguen la senda del bien algunos
miembros de la Casa Real al incurrir en adulterio reiterado o en beneficiarse
de una maquinaria de tráfico de influencias generadora de pingües beneficios
todos ellos espurios en su origen? Podría hacer algunas consideraciones sobre
la conducta de miembros de la realeza, pero aquí sólo quiero apuntar que si la
ola de amoralidad ha llegado hasta la Casa Real es porque la nación está
viviendo sin valores de arriba abajo, ‘de la princesa altiva a la que pesca en ruin
barca’.
La Infanta Elena e Iñaki Urdangarín |
No quiero concluir con pesimismo para el
que me lea. España ha pasado épocas peores y las ha superado, pero sólo cabe
superarlas como se hizo antaño. Rebotando con firmeza como pueblo, como nación,
renunciar a nuestros huecos días y armarnos de moral para que volvamos a ser la
nación decente y eficiente que queremos ser. Pero para eso hay que olvidarse de
nuestros políticos y buscar referencias en nuevos alcaldes de Móstoles, en
nuevas Agustinas de Aragón, en nuevas Piconeras de Cádiz. Tampoco estaría de
más unos constituyentes en la Isla de León que hicieran una buena Constitución
para mucho más de cuatro décadas contando con la experiencia de la de 1978,
vigente pero incumplida a diario. Que nos contagien los unos y los otros su
moral y consigan rearmarnos. Y que nos dirijan unos líderes que crean en estos valores,
que no se arredren en exigir el cumplimiento de la Constitución y de las leyes.
Que sean guardianes e impulsores de la decencia. Elegiremos políticos, pero de
una decencia equivalente a la de la nación renovada.
Y concluyo: Me duele España, pero tengo la esperanza de que seremos capaces
de rearmarnos, de ser un pueblo y una nación renovada. Como proclamó San Agustín: "No digas que el tiempo pasado fue mejor que el presente; las virtudes son las que hacen los buenos tiempos y los vicios los que los vuelven malos."
E.L./06.06.19
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