domingo, 1 de enero de 2017

La perversión del lenguaje. Atención a los populismos al uso que embaucan con su lenguaje a la noble grey y a los políticos todos que pervierten el lenguaje “pro domo sua”


Estamos padeciendo en América Latina y viendo ya venir en Europa populismos emergentes (incluso algunos ya aquí con presencia en las instituciones que quieren destruir) que “se llevan el gato al agua” en las elecciones como consecuencia de las crisis de los partidos tradicionales que arrastran tras de sí al pueblo llano cansado de la inoperancia, cuando no de la corrupción, de sus gobernantes. Por estas páginas se puede ver una nota que dediqué al régimen populista de Venezuela y a una eventual elongación en España a través de Podemos. Dios no lo quiera.

         En estas líneas voy a advertir de una poderosa arma política, manipuladora y mentirosa, lugar común en todos ellos, como es la perversión del lenguaje. Manipular nuestra lengua hasta la perversión creando las filias y las fobias que les interesan. En definitiva crean los populismos totalitarios un mecanismo sistemático que se sirve de un lenguaje y de un aparataje intelectual creado ad hoc para destruir la libertad y justificar las aspiraciones de poder del líder. El lenguaje es manipulado y corrompido hasta la podredumbre por políticos de cualquier signo, pero es la izquierda –ya desde Lenin- la que ha que ha buscado en la corrupción sistemática del lenguaje un arma revolucionaria.

Seis lídres populistas latinoamericanos de los grandes


         Caigamos en la cuenta de lo que el lenguaje es y –sobre todo- de lo que el lenguaje supone en el mundo de las ideas, de las ideologías. Las ideas, los conceptos se expresan siempre en palabras y éstas tienen siempre una carga de valoración y de emoción adheridas que llevan a las personas a rechazar o aceptar determinadas ideas, instituciones, e incluso sistemas económicos y sociales completos. Ejemplo: en estos momentos cualquier cosa etiquetada como NEOLIBERAL será rechazada aunque produzca resultados extraordinarios. El rechazo se ha conseguido que sea VISCERAL y no RACIONAL. Y odiado el término NEOLIBERALISMO por el “pueblo” se tiene la vía libre a agrandar el tamaño del Estado y a arruinar las economías de nuestros países. Por eso, Althousser dejó bien sentado que “en la lucha política, ideológica y filosófica, las palabras también son armas, explosivos, calmantes o venenos.” (“La filosofía como arma de la revolución”)

         El entusiasmo de Althusser por disponer y poder desarrollar un arma tan potente para hacer crecer la ideología comunista choca con el odio visceral hacia el comunismo de un socialista como Orwell. De él podemos leer “el lenguaje, sobre todo el político, es la herramienta más efectiva para manipular las mentes de las masas” (“Politics and english language”) Se va creando, hasta establecerla por el uso continuo y referenciado, una “neolengua” (newspeak para Orwell) con el fin de corromper el pensamiento y hacer aceptable su proyecto de control total del poder. Los peores crímenes pueden ser defendidos simplemente cambiando las palabras con las que se han venido describiendo para hacerlos digeribles e incluso atractivos, como señalan Kaiser y Alvarez en su interesante ensayo sobre el engaño populista. Por ejemplo, a la destrucción de pueblos indefensos y al asesinato de inocentes se le llama “pacificación” y al robo masivo de tierras de campesinos expulsados de ellas, se le llama “transferencia de población”.

         En su novela “1984”, una alegoría del totalitarismo soviético, Orwell insiste en la idea. El régimen ha llamado “ministerio de la paz” al “ministerio de la guerra”, “ministerio de la verdad” al ministerio que hace la propaganda, “ministerio de la abundancia” al ministerio encargado de racionar los alimentos y controlar a la población mediante el hambre y “ministerio del amor” al organismo encargado de perseguir, torturar y aniquilar opositores al régimen.

         Conviene aquí hacer un alto en el discurso para manifestar que en el éxito de los populismos no se tiene del todo en cuenta el papel de la cultura y de las ideas y se centran los analistas en factores materiales como la abundancia de materias primas que incentiva el discurso redistributivo, la existencia de amplios sectores de población en condiciones de pobreza y la debilidad institucional. Con ser importantes todos estos factores económicos no lo son más que las creencias que predominan en una sociedad. Y todo el asunto que estamos describiendo del lenguaje como arma política está en el ámbito cultural y de las creencias sociales, no en el de la economía.

         Vuelvo a Althusser, uno de los grandes teóricos del comunismo en atribuir una importancia primordial a la creación y a la tergiversación de las palabras: “Este combate filosófico por las palabras es una parte del combate político. La filosofía marxista-leninista no puede realizar su trabajo teórico, abstracto, riguroso, sistemático, sino con la condición de luchar también por palabras muy sabias (concepto, teoría, dialéctica, alienación…) y sobre palabras muy simples (hombres, masas, pueblo, lucha de clases)” Y en todo ello, la influencia de los intelectuales es altísima; sobre todo, cuando están rodeados de una amplia sombra que difunde sus ideas, ya sean periodistas, profesores, miembros del personal, legisladores, curas, jueces. En tal caso puede ser hasta determinante.

         Víctor Klemperer puso de manifiesto también esta corrupción del lenguaje en el régimen nazi en su ensayo “LIT, la lengua del Tercer Reich” y señala que para que la manipulación tenga éxito es preciso tener en cuenta dos claves de la comunicación de masas. La primera es que un lenguaje de un grupo se transforma en lenguaje de todo un pueblo, de las masas, apoderándose de todos los ámbitos públicos y privados de la sociedad. De todos, sin contemplaciones. Y la segunda es que hay que emitir consignas populistas que calen en los individuos ahogando su personalidad individual. En eso consistió el éxito retórico del régimen nacional-socialista.

         Y parece siempre mejor y menos costoso cambiar el significado a palabras ya usadas que inventar palabras nuevas. En las últimas legislaturas de la política española hemos tenido buena muestra de que tanto los políticos como los medios de comunicación se metieron en el juego de esa manipulación y hemos oído tildar al paro de la tasa natural de desempleo; a los jóvenes emigrantes españoles obligados a salir se les ha llamado factor de movilidad exterior y a la caída de la economía han convenido en llamarla crecimiento negativo.

La encarnación del PSOE
          Bien. Termino aquí no pidiendo a los políticos honestidad, para qué, pero sí advirtiendo a mis conciudadanos, a mis amigos, de las trampas del lenguaje que han causado graves errores a pueblos enteros a lo largo de la Historia.
La encarnación del PP

         Muy feliz año a todos los que me hayáis leído.


















E.L./01.01.17

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