domingo, 22 de enero de 2017

Lo que siento y lo que pienso sobre el Islam y sus creyentes




         Llevaba tiempo pensando en aclarar mis ideas y organizarlas en torno al Islam. Las contradicciones que se manifiestan en su doctrina y las atrocidades que padecemos en su nombre ¿pueden hacernos creer que se trata de una religión aberrante? Me dio el pistoletazo de salida para organizar mis ideas Pilar, amiga mía en Facebook, que tiene un blog en el que vierte lo que le parece oportuno compartir con los demás. En uno de sus escritos atacaba a Francisco, Obispo de Roma, un deporte practicado entre católicos que se autoproclaman “tradicionales” de igual modo que se practicaba el ataque a Juan Pablo, II entre los católicos que se autoproclamaban “progres”. En ocasiones terminan unos contra otros como los chiitas y los sunnitas en el mundo musulmán. Francisco se había atrevido a decir que “…identificar Islam con violencia no es justo y veraz. En casi todas las religiones hay grupos fundamentalistas. Nosotros también los tenemos”. Y encima, insistió: “todos los días veo violencia en Italia: gente que mata a su novia, a su suegra… Y estos son católicos bautizados. Si hablamos de violencia islámica tenemos que hablar de violencia católica”. Y añadía al final de la entrevista que durante la primera visita del Gran Imán de la Universidad de Al Azahar de El Cairo al Vaticano sostuvo una larga entrevista con él y sabía de primera mano cuál era su pensamiento.

         Y confesada la causa del interés en este asunto inicio mi nota con la esperanza de que salga algo que sea útil porque pueda resultar orientador. No es tarea fácil, lo sé de antemano.

Antes que nada quiero proclamar que al hablar del Islam con la seriedad que le es debida conviene comenzar en una actitud de adoración a “Alláh, el clemente, el misericordioso” el Dios único, el mismo Elohí, Dios de Jacob y el mismo Dios de Jesucristo, nuestro Señor, al que llama “papá” (abba). El único Dios de las tres religiones abrahámicas que en el Islam se las llama las religiones de El Libro. Dar este paso en el siglo VII en el desierto de Arabia donde las tribus practicaban el politeísmo es un paso que merece respeto.

Interior de la Mezquita de Córdoba


         En segundo lugar, algo tendrá el Islam cuando es la segunda religión en número de practicantes en el mundo, 1.300 millones de personas que creen que Alláh es grande y que Mohamed es el profeta definitivo de Alláh. La primera religión del mundo en número de practicantes es el cristianismo con 2.200 millones de fieles, de los que 1.200 millones son católicos (datos de 2011)

Calatañazor Soria) en la actualidad
         Mohamed nace en La Meca en 570 y muere en Medina en 632 con sesenta y dos años. Diez años antes había protagonizado la Hégira (huida de La Meca a Medina) y fue en Medina donde establece, a partir de entonces, su autoridad política y religiosa. No hay unanimidad al explicar las razones del éxito de la propuesta coránica: conversión en libertad al Islam entre las tribus primeras ante el atractivo monoteísmo o fue una fe impuesta de manera obligada, incluso por la fuerza militar. Me inclino a pensar que tras un importante éxito inicial entre las tribus politeístas del desierto de Arabia el califato consiguió reunir ejércitos tan exitosos que conquistaron en poco tiempo el imperio sasánida, lo que quedaba del imperio romano y el reino visigótico. Lo cierto es que en 711, ochenta años después de la muerte del profeta, invaden la península ibérica hasta ocuparla en su casi totalidad, quedando sólo libres minúsculos estados en el norte, entre los que empieza a descollar el Reino de Asturias. Cruzan los Pirineos pero en 732 son derrotados en Poitiers por Carlos Martel




Estatua de Almanzor en Calatañazor, en cuya batalla
 fue definitivamente derrotado
         Para los musulmanes, el Profeta no invita a una nueva religión sino que promueve la restauración de la relación con el Dios único como era en los albores del mundo, con Adán. Mohamed recoge en El Corán la palabra definitiva de Dios. En la elaboración de la nueva religión confluyen los siguientes caracteres: El Corán se considera no un libro inspirado por Dios, sino un libro dictado por Dios a través de Gabriel lo que le hace intocable y difícilmente interpretable; en él existen contradicciones notables que –de ese modo- quedan sin resolver; todo se construye por un constructor que es analfabeto. Esto puede ser la causa de imprecisiones, contradicciones y otras imperfecciones; sin embargo, el analfabetismo del Profeta es prueba en el Islam de la verdad que incorpora como revelación definitiva de Alláh. Mientras la Biblia es un conjunto de libros de diferente naturaleza con autores diversos, con diferencias de cientos de años entre algunos de ellos, El Corán –para un musulmán- es un único libro, escrito por una única persona durante su vida. Debe ser entendido literalmente y no está lleno de simbolismos ni vagas analogías. Es, en su mayor parte, una colección de órdenes directas.

         En ocasiones las contradicciones en el texto son bastante graves. En relación a la gente del Libro, por ejemplo, señala la sura 2:59 “Ciertamente quienes creen, quienes practican el judaísmo, los cristianos y los sabeos –quienes creen en Dios y en el último día hacen obras pías-, tendrán la recompensa junto a su Señor. No hay temor por ellos, pues no serán entristecidos.” La pregunta es ¿se compadece esta sura con la núm. 3:79? que dice así: “Quienes deseen, prescindiendo del Islam, una religión, no se les aceptará, y en la otra vida estarán entre los decepcionados.” La primera admite a las gentes del Libro de buena fe y buenas otras con la recompensa perpetua junto a Dios y en la segunda se nos anuncia la condenación. Para un no creyente que se acerque al Libro, estas afirmaciones contradictorias suponen una decepción. Para un musulmán no es así. El mismo Corán da solución para los creyentes: cuando sobre el mismo asunto se produzcan afirmaciones que se contradigan, la afirmación más moderna anula a la más antigua. Sura 2:100-106 “No abrogamos una aleya o la hacemos olvidar sin dar otra mejor o igual ¿No sabes que Dios es poderoso sobre toda cosa? Y la sura 16: 103-101 dice con toda claridad “Cuando ponemos una aleya en el sitio de otra aleya –pues Dios sabe perfectamente lo que hace descender- dicen: “Cierto, tú (Mohamed) eres un falsario” ¡Al contrario. En su mayor parte no saben”

         Otro ejemplo de contradicciones anuladas es el siguiente. En la sura 2:77 se ordena “…decid a las gentes palabras de bondad…” y en la sura 9:5 corrige con este grado de crueldad: “matad a los paganos donde los encontréis. Cogedlos. Sitiadlos. Preparadles todo tipo de emboscadas…”

         A partir de todas estas consideraciones que he hecho hasta ahora me formulo las siguientes preguntas: 1. ¿Es el Islam una religión de paz o en sí misma invita a sus creyentes a la violencia contra los que no creen? 2. ¿Debemos tratar de la misma manera a los musulmanes de buena fe –imanes y fieles de a pie- que hacen el bien y a los violentos? 3. ¿Son admisibles en el entorno internacional las teocracias islámicas radicales que niegan los derechos humanos en su interior y persiguen la aniquilación mediante el terrorismo del resto de los pueblos?

         Hoy sabemos que originariamente fue una fe más pacífica de lo que mostró en su desarrollo temprano con las conquistas militares primeras del Califato, lo que no es nada ajeno al hombre en su pasión (descontrolada) por el poder. Pero decir que en sí misma, el Islam, es una religión violenta no es verdad. La paz es el gran don que busca el hombre de todos los tiempos y de todas las culturas y eso es válido para los 1.300 millones de hombres y mujeres que practican la religión mahometana en nuestro mundo. El trato cotidiano que tenemos con musulmanes que se cruzan en nuestra vida (camareros, sirvientes, dependientes, pequeños comerciantes…) así nos lo indica también. Y el saludo árabe “Salam aylekum” que se corresponde con el judío “Shalom” y con el franciscano católico “Paz y bien” no tiene por qué dejar de ser sincero, entre ellos mismos y con todos.

         Los musulmanes que conviven con nosotros deben –de forma inexorable- cumplir nuestras leyes  y, más aún, siguiendo el proverbio de “donde fueres haz lo que vieres” deben adaptarse socialmente a nuestra cultura. Otra cosa es que en la intimidad de su casa o en la mezquita vivan su fe y sus costumbres como lo crean oportuno. Pero, en todo caso de duda, el respeto y el cumplimiento de las normas no escritas de nuestra cultura imperarán siempre. Lo contrario sería dejarnos minar paulatinamente una cultura milenaria que es la que nos da soporte identitario.

         Transcribo a continuación las palabras de Luis Alberto Clavería en su artículo “De la sumisión al crimen” publicado en La Tribuna en 7 de  diciembre de 2013:

“Imaginemos que Pedro Pérez es sorprendido por la Policía con un puñal en la mano a punto de introducirlo en el corazón de su hijo Pedrito; interceptado por los agentes, Pedro alega que Dios le ordenó el sacrificio del niño para que así quedara probada su fe. Una interpretación literal del Génesis (22,1-12), en un Estado confesional, podría exculpar a Pedro, lo que implica qué debemos pensar de las interpretaciones literales de algunos textos sagrados; lo mismo podríamos decir, por ejemplo, del Sura de las Mujeres (sura 4, 38), de la 1ª Epístola a los Corintios (11, 7-10) o de la 1ª Epístola a Timoteo aplicarán mecánicamente estos textos al siglo XXI.”

Ejecución de dos policías iraquíes por el ISIS


Seguir una conducta de esta naturaleza no está generalizado entre los musulmanes, sino sólo en los llamados fundamentalistas, islamistas, integristas islámicos cuya rama más violenta se llama yihadismo, aunque es un término que carece de una correlación directa con la yihad. Tales son los regímenes talibanes, los salafismos, las Repúblicas islámicas (Irán y Sudán) o la propia monarquía saudí y las del golfo pérsico. Llegados a este extremo, llegamos a los que tienen declarada la guerra a medio mundo, y el asunto se transforma en una empresa de auténtica supervivencia. O ellos o nosotros. Ese no es el Islam que predicó el profeta y está poseído de un afán de poder descontrolado para dominar el mundo. Pero, en todo caso, hay que acabar contra todo régimen neofundamentalista como estos y borrarlos de la faz de la tierra. En no mucho más creo coincidir con el Presidente Trump, que –además- me parece un ordinario.

Concluyo con unas palabras del filósofo francés Michel Onfray de su opúsculo Pensar el Islam:

“Leo el Corán, examino los hadits y consulto biografías del Profeta para mostrar que en ese corpus hay materia para lo peor y para lo mejor: lo peor, lo que unas minorías actuantes activan mediante la violencia; lo mejor, lo que unas mayorías silenciosas practican de forma privada.”




E.L./22.01.2017

domingo, 1 de enero de 2017

La perversión del lenguaje. Atención a los populismos al uso que embaucan con su lenguaje a la noble grey y a los políticos todos que pervierten el lenguaje “pro domo sua”


Estamos padeciendo en América Latina y viendo ya venir en Europa populismos emergentes (incluso algunos ya aquí con presencia en las instituciones que quieren destruir) que “se llevan el gato al agua” en las elecciones como consecuencia de las crisis de los partidos tradicionales que arrastran tras de sí al pueblo llano cansado de la inoperancia, cuando no de la corrupción, de sus gobernantes. Por estas páginas se puede ver una nota que dediqué al régimen populista de Venezuela y a una eventual elongación en España a través de Podemos. Dios no lo quiera.

         En estas líneas voy a advertir de una poderosa arma política, manipuladora y mentirosa, lugar común en todos ellos, como es la perversión del lenguaje. Manipular nuestra lengua hasta la perversión creando las filias y las fobias que les interesan. En definitiva crean los populismos totalitarios un mecanismo sistemático que se sirve de un lenguaje y de un aparataje intelectual creado ad hoc para destruir la libertad y justificar las aspiraciones de poder del líder. El lenguaje es manipulado y corrompido hasta la podredumbre por políticos de cualquier signo, pero es la izquierda –ya desde Lenin- la que ha que ha buscado en la corrupción sistemática del lenguaje un arma revolucionaria.

Seis lídres populistas latinoamericanos de los grandes


         Caigamos en la cuenta de lo que el lenguaje es y –sobre todo- de lo que el lenguaje supone en el mundo de las ideas, de las ideologías. Las ideas, los conceptos se expresan siempre en palabras y éstas tienen siempre una carga de valoración y de emoción adheridas que llevan a las personas a rechazar o aceptar determinadas ideas, instituciones, e incluso sistemas económicos y sociales completos. Ejemplo: en estos momentos cualquier cosa etiquetada como NEOLIBERAL será rechazada aunque produzca resultados extraordinarios. El rechazo se ha conseguido que sea VISCERAL y no RACIONAL. Y odiado el término NEOLIBERALISMO por el “pueblo” se tiene la vía libre a agrandar el tamaño del Estado y a arruinar las economías de nuestros países. Por eso, Althousser dejó bien sentado que “en la lucha política, ideológica y filosófica, las palabras también son armas, explosivos, calmantes o venenos.” (“La filosofía como arma de la revolución”)

         El entusiasmo de Althusser por disponer y poder desarrollar un arma tan potente para hacer crecer la ideología comunista choca con el odio visceral hacia el comunismo de un socialista como Orwell. De él podemos leer “el lenguaje, sobre todo el político, es la herramienta más efectiva para manipular las mentes de las masas” (“Politics and english language”) Se va creando, hasta establecerla por el uso continuo y referenciado, una “neolengua” (newspeak para Orwell) con el fin de corromper el pensamiento y hacer aceptable su proyecto de control total del poder. Los peores crímenes pueden ser defendidos simplemente cambiando las palabras con las que se han venido describiendo para hacerlos digeribles e incluso atractivos, como señalan Kaiser y Alvarez en su interesante ensayo sobre el engaño populista. Por ejemplo, a la destrucción de pueblos indefensos y al asesinato de inocentes se le llama “pacificación” y al robo masivo de tierras de campesinos expulsados de ellas, se le llama “transferencia de población”.

         En su novela “1984”, una alegoría del totalitarismo soviético, Orwell insiste en la idea. El régimen ha llamado “ministerio de la paz” al “ministerio de la guerra”, “ministerio de la verdad” al ministerio que hace la propaganda, “ministerio de la abundancia” al ministerio encargado de racionar los alimentos y controlar a la población mediante el hambre y “ministerio del amor” al organismo encargado de perseguir, torturar y aniquilar opositores al régimen.

         Conviene aquí hacer un alto en el discurso para manifestar que en el éxito de los populismos no se tiene del todo en cuenta el papel de la cultura y de las ideas y se centran los analistas en factores materiales como la abundancia de materias primas que incentiva el discurso redistributivo, la existencia de amplios sectores de población en condiciones de pobreza y la debilidad institucional. Con ser importantes todos estos factores económicos no lo son más que las creencias que predominan en una sociedad. Y todo el asunto que estamos describiendo del lenguaje como arma política está en el ámbito cultural y de las creencias sociales, no en el de la economía.

         Vuelvo a Althusser, uno de los grandes teóricos del comunismo en atribuir una importancia primordial a la creación y a la tergiversación de las palabras: “Este combate filosófico por las palabras es una parte del combate político. La filosofía marxista-leninista no puede realizar su trabajo teórico, abstracto, riguroso, sistemático, sino con la condición de luchar también por palabras muy sabias (concepto, teoría, dialéctica, alienación…) y sobre palabras muy simples (hombres, masas, pueblo, lucha de clases)” Y en todo ello, la influencia de los intelectuales es altísima; sobre todo, cuando están rodeados de una amplia sombra que difunde sus ideas, ya sean periodistas, profesores, miembros del personal, legisladores, curas, jueces. En tal caso puede ser hasta determinante.

         Víctor Klemperer puso de manifiesto también esta corrupción del lenguaje en el régimen nazi en su ensayo “LIT, la lengua del Tercer Reich” y señala que para que la manipulación tenga éxito es preciso tener en cuenta dos claves de la comunicación de masas. La primera es que un lenguaje de un grupo se transforma en lenguaje de todo un pueblo, de las masas, apoderándose de todos los ámbitos públicos y privados de la sociedad. De todos, sin contemplaciones. Y la segunda es que hay que emitir consignas populistas que calen en los individuos ahogando su personalidad individual. En eso consistió el éxito retórico del régimen nacional-socialista.

         Y parece siempre mejor y menos costoso cambiar el significado a palabras ya usadas que inventar palabras nuevas. En las últimas legislaturas de la política española hemos tenido buena muestra de que tanto los políticos como los medios de comunicación se metieron en el juego de esa manipulación y hemos oído tildar al paro de la tasa natural de desempleo; a los jóvenes emigrantes españoles obligados a salir se les ha llamado factor de movilidad exterior y a la caída de la economía han convenido en llamarla crecimiento negativo.

La encarnación del PSOE
          Bien. Termino aquí no pidiendo a los políticos honestidad, para qué, pero sí advirtiendo a mis conciudadanos, a mis amigos, de las trampas del lenguaje que han causado graves errores a pueblos enteros a lo largo de la Historia.
La encarnación del PP

         Muy feliz año a todos los que me hayáis leído.


















E.L./01.01.17